La noche se había posado asombrada encima de aquella emoción humana. Una larga ovación de pie se complacía en sí misma; algunas miradas eran traicionadas por un llanto furtivo. El silencio era roto de cuando en cuando por voces entrecortadas por la emoción; el más templado sentía que un nudo en la garganta no le permitía de momento articular palabra. De pie, en humilde agradecimiento, el expositor correspondía a las ovaciones que parecían no agotarse.
?La Huella del Dolor en la Sábana Santa?. Cúlmen de prolongadas investigaciones médico-forenses que ha llevado a cabo de forma precisa y apasionada un médico mexicano: El Dr. José Luis Sánchez Mejía, jefe de Traumatología del Hospital Lomas Verdes del Distrito Federal. Conferencia magistral con la cual abrían oficialmente los trabajos del I CONGRESO ESTATAL y VIIII JORNADAS DE ACTUALIZACION EN PEDIATRIA de nuestro Colegio de Pediatras de Coahuila, Capítulo Norte, con sede en Piedras Negras.
De alguna manera el relato altamente documentado nos fue llevando de la mano a recorrer el destino de aquel lienzo, desde el momento en que es adquirido por José de Arimatea, quien había obtenido el permiso para descolgar el cuerpo sin vida del Maestro. A partir de entonces aquel fragmento de tela lleva a cabo un recorrido geográfico e histórico que la ciencia del Dr. Sánchez, como la de tantos otros especialistas mundiales, ha ido develando. Cada mancha sobre el fino tejido; alguna gota de sangre... son testigos que permanecieron mudos por casi dos mil años, y ahora comienzan a hablar para la alta tecnología del hombre, revelando paso a paso la pasión y muerte de un Dios que hecho hombre dio todo por nosotros.
Desde niños los cristianos aprendimos que Jesús murió en la cruz para salvarnos del pecado, sin embargo ir adentrándonos, paso por paso la forma en que aquella figura fue flagelada; golpeada; lanzada contra el suelo. El leer en aquel palio el modo como la corona de espinas fue ceñida hasta producir doscientas cincuenta heridas puntiformes. La manera como fue colgado del madero, y el dolor que debe haber producido el paso de los clavos y el sostener todo el peso del cuerpo contra la acción de la gravedad durante tres horas...
El relato nos va llevando a vivir de alguna manera más cercana aquella que para los creyentes fue la entrega de amor más grande que ha habido sobre la Tierra. Al finalizar la plática, y regresar desde Jordania hasta nuestros asientos, algo habría cambiado en el interior de cada uno de nosotros. Luego de maravillarnos de la evidencia científica de cómo una radiación luminosa que no ha logrado explicar ni la NASA, produjo en aquel lienzo una impresión fotográfica en tercera dimensión del cuerpo de Jesús, no podemos menos que reavivar nuestra yerta fe.
Nos soltamos de la mano de las palabras que nos han conmovido hasta las lágrimas, y entornamos la mirada hacia nuestro mundo del aquí y del ahora. Un mundo en el cual las sensaciones están amenazando con anular los pensamientos. Un mundo en el cual a ratos la molicie priva sobre toda iniciativa, a un grado preocupante. Un ambiente cargado de violencia, que se ve desde el que cruza frente a nosotros, hasta los programas televisivos de tipo ?reality show? en los cuales es por demás evidente el juego malévolo que los productores hacen de las emociones de los participantes. Nefastos laboratorios donde la actuación de cada uno es sometida a todo tipo de pruebas
En lo particular me resulta gravísimo el manejo de juicios que hacen con los concursantes. Más si se trata de un chico; que pierde la relación causa-efecto, y se vuelve un polluelo desplumado en medio de un corro de duros jueces que lo señalan con índice de fuego.
En un ambiente tan cargado de violencia; de búsqueda de emociones fuertes que llevan al jovencito a situaciones de riesgo para su vida o para su integridad. Cuando se requieren elementos externos cada vez más intensos para producir un mismo grado de estimulación, doy gracias a Dios que haya un José Luis Sánchez que logre conmovernos para trascender. Que despierte emociones, sí, pero que sean éstas la puerta a cambios en nuestro fuero interno para beneficio de este vapuleado mundo. Que motive llantos buenos, reparadores, que nos lleven a recordar que el polvo no es nuestro puerto final, sino todo lo contrario, plataforma de despegue.