El Partido Verde Ecologista es, una vez más, la negativa piedra de escándalo en la escena pública, por su endeble contextura política y moral. No se le puede atribuir la menor calificación positiva a una organización política nacida, criada y apapachada por la incipiente democracia mexicana de fin de siglo XX, que ha llenado con recursos públicos la tripa de los malos años; que se presta a enjuague y medio con el PRI, con el PAN y con el PRD aprovechando la necesidad de apoyo que tienen estos partidos para alcanzar con alianzas lo que no obtienen por los votos ciudadanos y que se escuda tras una supuesta fuerza electoral —la cuarta, dicen que es— para hacer negocios turbios, entre los muy turbios que se presentan tras las influencias políticas.
No hace mucho el Instituto Federal Electoral dictó un úkase contra el partido Verde Ecologista de México por notorias fallas y absurdos estatutarios. Fácil: los niños verdes se plegaron a la admonición de los consejeros del IFE y éstos, al parecer, están en vías de reivindicarlo en el derecho de seguir siendo útiles peones del ajedrez democrático en que se juega el destino de la nación.
Luego, de abrupto, una noche de éstas, aparece en las pantalles amarillistas de los noticiarios de televisión, cómo se fragua una corrupta asociación que supuestamente busca beneficiar a un grupo de inversionistas canadienses mediante la figura de tráfico de influencias, tan conocida en el medio político pero inconcebible en estos nuevos tiempos que se reputan “del cambio”.
Los canales de televisión reprodujeron un video filmado en una reunión “de negocios” entre los coyotes de los inversionistas y el presidente del partido Verde Ecologista, Jorge Emilio González Martínez, para influir sobre las autoridades municipales del municipio Benito Juárez de Can Cún y conseguir los permisos necesarios para la instalación de un complejo turístico en aquel municipio, gobernado, qué casualidad, por miembros del PVEM.
El diálogo, sostenido por el llamado “Niño Verde” con el presunto coyote de los auténticos inversionistas, llamado Francisco de Paula León, se reproduce con imagen y sonido y, como los pelos en la oreja para saber la edad, no dejan duda: la intermediación de Jorge Emilio valdría dos millones de dólares que serían aportados, uno de inmediato y otro al tener los permisos.
También se conoce por el video ampliamente repetido en los canales de la televisión nacional que la obra para la cual necesitan la autorización del Ayuntamiento de Benito Juárez, en Can Cún, es un complejo de gran turismo con hoteles de lujo, albercas, campos de golf y otras instalaciones. El proyecto es de tanta importancia que a nosotros, norteños ajenos al devenir de los corredores turísticos de playa, se nos dificulta entender por qué causa los adinerados inversionistas usan la corrupción para obtener esas autorizaciones, pues suponemos que si no afectan intereses ecológicos o de otro tipo el trámite sería fácil: solicitud, análisis por las autoridades técnicas, estudio en el seno del cabildo y respuesta positiva o negativa, según fuera el caso.
Si en el ramo del gran turismo, que esencialmente compete al Gobierno Federal, hay absoluta limpieza de procedimientos y puertas abiertas a la inversión extranjera, como lo publicita el presidente Fox ¿a qué caminar por la ruta sinuosa si la vía principal es recta y no tiene obstáculos?
Muchas dudas aletean sobre este penosísimo caso de corrupción política y deben ser aclaradas por las autoridades competentes. Obviamente, el “Niño Verde” se escuda en su inocencia: “me chamaquearon”, alega; sí, pero él no es precisamente un chamaco ingenuo, su edad suma más de una treinta años y de éstos hace ocho por lo menos que se mueve en un medio anfractuoso, lleno de malicias, sembrado de trampas, como es nuestra política. ¿Cayó por inocencia? Inocentes quienes se lo crean. ¿Que fue un cuatro puesto por la disidencia del partido verde en lucha desde tiempo atrás por arrebatar a los González Martínez el liderazgo de la organización? Posiblemente, pero su presencia en el cochupo que fue filmado no deja duda de su interés en la intermediación.
Ya es tiempo de que el Instituto Federal Electoral tome la decisión de cancelar el registro al Partido Verde Ecologista de México, cuya razón de existir es únicamente la conveniencia de uso de los tres partidos fundamentales, el PRI, el PRD y el PAN, para sus fines electorales. Nadie tiene el derecho de escudarse en la democracia para cometer pillerías.