El país
LA PAZ, BOLIVIA.- El mensaje oficial dice que ganó Bolivia, pero el gran vencedor del referéndum sobre el gas celebrado el domingo en el país andino es el presidente Carlos Mesa. La consulta fue en la práctica un plebiscito que el Gobernante ganó con holgura. Ahora tiene los votos que no obtuvo cuando fue designado presidente el 17 de octubre pasado para reemplazar al dimisionario Gonzalo Sánchez de Lozada.
Tras el resultado del referéndum, Bolivia está en condiciones de hacer historia para iniciar una nueva política nacional de hidrocarburos. Los ciudadanos expresaron por abrumadora mayoría -el 92.1 por ciento de los votos válidos- su deseo de que el Estado recupere la propiedad de los recursos energéticos. Asimismo, un altísimo porcentaje (72.5) está de acuerdo en anular la vigente Ley de Hidrocarburos que permitió la entrada del capital extranjero en el sector, y en reforzar el papel del Estado a través de una robusta empresa petrolera estatal (87.1 por ciento).
La victoria del sí ha sido menos amplia en las dos preguntas que tocan la fibra más sensible de los bolivianos. El 57.5 por ciento está dispuesto a dar carta al blanca al Gobierno para que negocie una salida al mar con Chile, el adversario histórico; mientras que el 64.8 por ciento ha dicho sí a la exportación del gas, siempre y cuando se respete las necesidades de los bolivianos, se fomente la industrialización, aumente el impuesto a las empresas petroleras y se destinen los beneficios de dicha exportación a mejorar las condiciones de vida de la población.
La apuesta de Carlos Mesa era de alto riesgo desde el primer momento. Asumió la Presidencia de un país resquebrajado y malherido por la ceguera de gobernantes que históricamente menospreciaron a la población indígena, mayoritaria en Bolivia. Prometió convocar un referéndum sobre el gas para que los bolivianos expresaran su opinión sobre el uso y destino del principal recurso energético. No tenía Mesa un solo parlamentario en el Congreso y decidió formar un Gobierno al margen de los partidos políticos.
El primer desafío era una reforma constitucional que permitiera la convocatoria del referéndum. Lo ganó. Después tenía que aprobar una ley para la consulta. Obtuvo los votos necesarios en el Congreso. El Gobierno redactó cinco preguntas que no parecían de fácil comprensión para muchos bolivianos. Y, por último, tenía que comenzar la campaña para explicar al pueblo el sentido de cada una de las preguntas. Tenía enfrente el rechazo de las organizaciones sociales más radicales, la actitud de sí pero no de Evo Morales, y el silencio enigmático de los partidos tradicionales.
Mesa se lanzó al ruedo y recorrió el país con un discurso que variaba según el auditorio. Hasta que llegó el día D. Las encuestas pronosticaban una victoria del sí en tres preguntas y un avance del no en las otras dos. El domingo, el Presidente votó en La Paz y luego viajó a Santa Cruz. Las dos Bolivias, los collas del altiplano y los cambas del Oriente votaban pacíficamente en una jornada sin incidentes pese a los malos augurios. Durante unas horas contuvo la respiración a la espera de los resultados. Hasta que compareció ante el país para el gran anuncio: “Ha ganado Bolivia”.
