Las críticas constructivas siempre tienen un objetivo: el mejoramiento de las cosas y de la conducta del hombre, con el fin de encontrar la armonía y el equilibrio en las comunidades humanas. Por definición, crítica significa análisis, juicio y apreciación, estimación, opinión, evaluación, dictamen, calificación y censura entre otras cosas, que en el caso de la situación en que se encuentra el país, obliga, con el apoyo de los derechos constitucionales, a emitir una estimación de cómo se encuentran los eventos y ventilar los sucesos, tanto en el aspecto político como en el económico, social y cultural.
En primer lugar, es necesario dejar asentada la pérdida del sentido de nación o civismo en gran parte de la población, a causa –como lo consigna la historia- de una lucha continua por el poder y el egoísmo acendrado por enriquecerse, no importando para nada el prójimo. Esto en forma progresiva, ha ocasionado la desilusión y la incredulidad en las autoridades gubernamentales por parte del pueblo, por el engaño permanente a la ciudadanía.
Andamos de cabeza, esto es cierto; México va sin rumbo y no encontramos un faro de luz que nos distinga el camino de andar y nos señale la forma de lograr el desarrollo en el marco de la producción, que está en colapso, lo que agrava la desocupación ante las necesidades ingentes de una demografía explosiva.
En esta ceguera, existe una lucha cerrada entre los partidos políticos, con distintas ideologías y doctrinas exóticas, muy ajenas a la idiosincrasia mexicana y un clero que interviene en los asuntos del estado cuando la Constitución lo prohíbe.
Pero todo tiene una explicación. Estas facciones inciden en un objetivo único, el poder y el enriquecimiento egoísta y la explotación inicua de un pueblo fanatizado e ignorante de la realidad. No existe un sentido humano de las cosas. Hace 2,500 años Siddartha Gautama pensó que la finalidad en todos los casos es, ante todo, lograr el desarrollo y perfección del humano, con la justa distribución de la riqueza y la impartición de la justicia en forma igualitaria. No existe tampoco una verdadera intención de combatir la pobreza en que se encuentra más de la mitad de los mexicanos. Sí existe la idea de un cambio, más no una evolución que permita un mejoramiento cultural y económico, estimulando las inversiones y el empleo, además de una esperanza fallida con un protagonismo demagógico con obras costosas que no son prioritarias, como son los servicios públicos urbanos en las colonias y delegaciones en el Distrito Federal y en todo el país. La falta de respeto a los dictámenes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sin imaginar que al perderse el derecho, se pierde el sentido de patria y viene el desorden. Y todavía así, existen aspiraciones políticas futuras.
Como vemos, la balanza no se encuentra en el fiel y eso da la idea de que las cosas no marchan bien. Se habla por otro lado, de un recorte al Presupuesto Nacional, de una Reforma Fiscal y de imponer un valor agregado a los alimentos, medicinas y libros, debido a que el país requiere mayores economías, cosa que impacta al estado austero en que se encuentran las bases de la pirámide social, con sus salarios que no alcanzan para nada.
En contraparte, se aprecia que no existe la intención de rebajar los fabulosos sueldos de los burócratas, de la plutocracia en general, de los ex-presidentes y presidentes, regentes, secretarios, embajadores, senadores y diputados federales, a los que hacemos un agregado más con los aviadores y el nepotismo. Es vergonzoso que de un sueldo de 50,000 pesos mensuales, por ejemplo, puedan vivir modestamente diez familias mexicanas, comparativamente.
Deben buscarse otras alternativas, otros caminos, tomando en cuenta que el país no es un negocio que hay que administrar y ver que si la nación está en quiebra, es porque los gastos son mayores que los ingresos y ya no es posible continuar exprimiendo al pueblo, que es el que paga todo con sus impuestos. Es urgente estimular las inversiones, sean nacionales o extranjeras, de que se queden en México, en lugar de que se fuguen los capitales, por una mala política que desemboca en una falta de ocupación o empleo.
Se olvida fácilmente que somos un país con respeto al federalismo que nos une en estados y municipios y sin embargo, hay ejemplos a considerar aberrantes, como es el caso inaudito de que el mayor porcentaje destinado al campo vaya al Distrito Federal, quedando sólo un 20 por ciento que es insuficiente para todo el agro nacional. Igualmente sucede con los recortes estatales y de la misma federación a los municipios, recursos que deben ser destinados directos a ellos.
En el estado de Coahuila existen algunas incongruencias que deben considerarse, como es el caso del centralismo. Industrias, comercio, museos, oficinas federales, oficialías y gerencias, quedando en los municipios sólo subgerencias, suboficialías... y todo se va a Saltillo, la capital. No se hace caso de los impactos ambientales en La Laguna, con contaminación atmosférica importante, la escasez de agua potable y la falta de apoyo del Gobierno del Estado, para el estudio de los acuíferos regionales y saber cuánta agua nos queda, por cuánto tiempo y cuál es su calidad, puesto que el futuro regional depende del agua. No hay cuidado de los suelos, que están sobresaturados de agroquímicos, como tampoco se da importancia a que los desechos sólidos nos inundan y tampoco se sabe sobre el destino de los desechos peligrosos.
En la crítica extensiva se han solicitado por oficio a los munícipes regionales, los datos sobre la calidad del agua, el estado de los acuíferos, el número de pozos en operación y sus niveles, que de acuerdo a la Ley de Información y Transparencia, deben de contestar en el tiempo definido, so pena de no cumplir, la Constitución señala sanciones.
Es momento de considerar de actualidad el pensamiento de Kung Fu Tze –Confucio- quien dijo y escribió que primero es el cambio o revolución cultural del hombre, que el enfrentamiento armado que siempre cobra sangre humana.
