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Crónica de la Gran Manzana/Patricio de la Fuente

Segunda y última parte

Ramiro en el fondo debe guardar cierto rencor y una profunda tristeza. Es un tipo muy servicial y amable, ello facilita la conversación, a pesar de lo anterior no dejo de sentirme culpable porque en gran medida yo vengo a divertirme cuando muchos connacionales se encuentran pasando por momentos de grandes apuros si bien en apariencia cuentan con un trabajo mucho mejor pagado que en México. Hablo de apuros pues aquí la vida es espantosamente cara, de hecho es comparable a las grandes capitales del mundo. Por ejemplo, si se quiere vivir en la isla de Manhattan, rentar un pequeño departamento de alrededor de cincuenta metros cuadrados puede costar alrededor de veinticinco mil pesos mensuales, lo que por lo menos para nosotros resulta un absurdo. He ahí uno de los problemas torales en todos lados: la escasez de vivienda y los altos precios que como lógica consecuencia trae el fenómeno.

A raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre Nueva York nunca volverá a ser el mismo sitio. Centro económico y financiero por excelencia, desde la fatídica fecha su seguridad y la de sus habitantes se ha visto constantemente amenazada por la posibilidad de nuevos ataques terroristas, otorgándole a la actual administración el pretexto ideal para restringir las garantías individuales como la libertad de tránsito y el derecho a la privacidad. El Gobierno de George W. Bush cayó en un exceso paranoico grave que tiene muy molesta a gran parte de la población y no es para menos. Recientes encuestas muestran al Presidente norteamericano en desventaja frente al candidato demócrata John Kerry. Los “new-yorkinos” presumen por ser una sociedad muy politizada y constantemente se involucran en los procesos electorales con el fin de premiar o castigar a determinada personalidad de la esfera pública; no es de sorprendernos que aquí Bush sea francamente impopular y a lo largo del estado entero constantemente broten miles de inconformes que están en desacuerdo con la errática conducción que desde hace prácticamente cuatro años el republicano viene mostrando de manera clara.

Una pareja de escritores nos ofrece deliciosa cena en su cómodo departamento de uno de los barrios con mayor ambiente, Tribeca. Platicamos de todos los temas pero prevalece la conversación acerca de política y sociedad. Francesca; la anfitriona y doctorada en filosofía por la Universidad de Columbia opina –como alrededor del setenta por ciento de la gente apostada en Nueva York- que el presidente Bush llegó a la Casa Blanca de manera fraudulenta y considera vital sacarlo del camino para contar con alguien más cauto y menos impulsivo. La intelectual ve como un error garrafal la incursión a Irak, una gran mentira que obedece a intereses puramente económicos pues las armas de destrucción masiva nunca fueron encontradas y hasta la fecha el número de bajas de soldados estadounidenses alcanza niveles pocas veces vistos. Para Francesca es importante contar con un mandatario centrado en la realidad, con una visión estratégica que esté sustentada en información clara y no en supuestos que a la larga sólo llevan a cometer errores garrafales que finalmente tienen repercusión directa sobre la sociedad entera.

Dentro de las esferas especializadas se habla acerca de México poniendo las cosas en su justa dimensión; lejos se está de caer en errores garrafales que posicionan a nuestro país como la tierra del tequila, los mariachis y cantinas. Desde hace tiempo –especialmente a partir del dos de julio de 2000- el interés que suscitamos en especialistas y académicos ha venido creciendo de forma importante. Se piensa en México en términos de una nación rica en historia y cultura que finalmente ha madurado en sus procesos y hoy cuenta con una joven población hastiada del pasado en busca de alcanzar un equilibrio democrático aceptable. Cuando se me pregunta sobre cómo están las cosas actualmente hablo del desencanto que provoca el actual Gobierno debido a promesas incumplidas, además agrego ciertas dificultades para dialogar con un Congreso de oposición interesado en su mayoría, en bloquear las Reformas Estructurales urgentes para el país.

Vicente Fox sigue contando con buenos índices de popularidad al norte del Río Bravo, su imagen parece, en ocasiones, estar casi intacta pues a pesar de un sinnúmero de tropiezos cometidos hasta la fecha; a fin de cuentas fue el hombre que sacó al PRI de Los Pinos y puso fin a setenta años de hegemonía constante. Cabe recordar que para los estadounidenses –tan celosos cuando se habla de democracia- el dos de julio de 2000 representa un momento trascendental en la vida mexicana. A pesar de lo anterior aceptan que como sucede en gran parte del mundo, actualmente la política atraviesa por un período difícil, pues en la mayoría de los casos los funcionarios públicos no han estado a la altura de las circunstancias y solamente persiguen cumplir con las expectativas de ciertos grupos a los cuales pertenecen.

También aquí conocen sobre la sucesión adelantada que estamos viviendo actualmente. Es lógico: dado que contamos con un Presidente relativamente débil frente a una Cámara en su mayoría opositora, es lógico asumir que ciertos nichos de poder permanezcan sin ocupar, además atravesamos por un período completamente distinto y novedoso para nosotros. Hoy por hoy la clase política no cuenta con una figura de peso real como otrora se veía al Ejecutivo, es decir, anteriormente existió cierta continuidad al haber una persona encargada de marcar las directrices y el rumbo; quizá por eso en la actualidad los nuevos virreyes mexicanos sean los gobernadores, quienes de alguna manera han constituido una asociación con cierta independencia y luz propia. Estamos huérfanos de personas capacitadas para ocupar la silla presidencial, se presume que salvo sus contadas excepciones, en general la caballada está flaca y todavía nos hayamos en espera del hombre o mujer con posibilidades –y agenda- que aglutine todos los asuntos pendientes y los haga propios con la esperanza de resolverlos en un período determinado.

No podremos avanzar hasta que no nos convirtamos en una sociedad realmente participativa que esté interesada en dar un puntual seguimiento a los distintos procesos públicos, sin embargo, cuando los mismos se hayan tan lejanos a las necesidades de una colectividad por desgracia se comienza a perder interés paso a paso hasta llegar a niveles de desazón alarmantes. Como un país que se encuentra efectuando sus primeras andanzas hacia una modernidad más comprensiva e incluyente, es menester demandar de nuestros gobernantes cumplan con las promesas que hicieron en la campaña, que éstas sean alcanzables, apegadas a tiempo real y no obedezcan a los particulares objetivos de un grupo muy cerrado.

Nuestra estancia en Nueva York fue benéfica y placentera pues nos permitió comparar, aprender y enriquecernos, posibilidades todas ellas reales cuando se viaja con los ojos bien abiertos y el ánimo dispuesto.

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