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Crónica del Ojo / Los quemados

Miguel Canseco

Cuestión de alta filosofía es discernir una quemada de una simple regada de tepache. Supongamos que nuestro benemérito Bejarano cierra el coche y deja las llaves adentro: ya estuvo que regó el tepache. Ahora bien, ser filmado mientras se embolsa el domingo que le dio Ahumada es un genuino quemón con leña verde. En nuestro álbum de quemados nacionales, Bejarano ocupa un pedestal de mármol. Pero hay muchos más (ya saben que voy para Tláhuac, pero espérenme tantito). Vale mencionar al menos dos quemados célebres. Podemos empezar con Cuauhtémoc y sus malogrados pies, genuinos precursores de la hoy famosa barbacoa de Malinalco (la preferida de los pedicuristas).

Capítulo entero merece el Torito que arrancó risas y llantos de Pepe ?El Toro?, alter ego de Pedro Infante en aquella escena desgarradora que ha causado el derrame de millones de lágrimas de acongojados compatriotas. Aunque cabe aclarar que hace un par de años, para consuelo de los mexicanos, una revista de espectáculos localizó al Torito? no, no se quemó, es ingeniero y peina abundantes canas (y aquí va un saludo a mi primo ?El Cacho? que despertó de una pesadilla gritando ?toritoooo?).

Y así como hay un álbum nacional de quemados también existe uno personal pero no he de citarlo ya que resultaría harto embarazoso (uno tiene la tendencia a tatemarse o sufrir del conocido síndrome del ?te luces cuando hay visitas?, o dicho de otro modo a desconectar la lengua del cerebro).

Pero vuelvo al tema de los quemados y los quemones nacionales y ahora sí me detengo en Tláhuac y empiezo como mi abuelita: ?ya te dije, no es la primera vez??. Cierto, no somos nuevos en turbas asesinas y en cámaras que registran la tragedia. Coincido en que las causas son muchas, que el Gobierno (ay, hablando de quemados?) perdido en su lucha intestina de facciones ha hecho poco o nada para mejorar las condiciones de vida o garantizar la seguridad (y es un chilango asaltado el que escribe, así que no me cuenten). Pero también está claro que somos humanos, que somos distintos de los criminales y esa brutalidad no es justificable (y a petición de Alicia evito comparar a los asesinos de Tláhuac con los animales, que como bien me señala, no hacen semejantes trastadas). Al ver las imágenes en la TV, siento que con los policías vilmente sacrificados también se quemó una parte sensible de la decencia ciudadana, tan importante y tan escasa. Voto por las llamas que purifican, aquellas que disuelven la impunidad y la corrupción. Lamento las llamas negras, de llanta quemada y barbarie que acabaron con los cuerpos de dos mexicanos en las calles de Tláhuac.

Parpadeo final

Cuando mando esta columna vía e mail y pienso que al otro día se imprimirá de forma masiva, no puedo evitar la sensación de inminente tatemada ante los desbarajustes verbales que suelo poner. Me consuela ser leído por pocos y saber que hay quien gusta de estos derrapones periodísticos. Y aquí es menester saludar a Guillermo Zertuche (ave César), ?El Guayo? (presidente de ?los maras? de la Abasolo) y en especial a doña Isabel Jara y familia, en el mercado Juárez. Y los que quieran recibir saludos o que les cante Las Mañanitas en su onomástico escriban un mail a cronicadelojo@hotmail.com. Sea pues, amén.

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