¡Los políticos son una total y absoluta basura! Quihubo ¿Les gustó? ¿Verdad que los políticos apestan? Vaya, no hay muchas razones para pensar que los pucheros de Bejarano y la oratoria a plazos diferidos de López Obrador sean asuntos dignos de elogio. Pero antes de seguir lanzando rocas de resentimiento yo me pregunto: realmente, ¿qué es la política? (Le preguntaría a mi mama, pero en vísperas de mis 30 y por dignidad me abstengo). Me remito al diccionario que todo lo sabe y subrayo dos definiciones: “arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los estados” y “arte de conducir un asunto para alcanzar un fin”. Por su parte, al político se le define como “aquél que se ocupa de los asuntos del Estado”, o “cortés, urbano”. O sea que según la Real Academia no es un asunto tan malo después de todo.
Por ejemplo, si el carpintero no me entrega mis repisas a tiempo (a ver a qué horas) no voy a romper los vidrios de su taller. Debo negociar, establecer acuerdos correctos y justos, es decir, políticos. Nótese aquello de “arte del buen Gobierno” o “arte de conducir los asuntos a buen fin”. O sea que la política es un arte y la página 98 del diccionario viene al rescate para decirme que el arte es un “método o conjunto de reglas para hacer bien una cosa”. Ahora sí nos entendemos. Cuando un artista pinta un cuadro está negociando con pigmentos, colores y formas. La parte panista de su alma le invita a pintar paisajitos chafas para licenciados y señoras ricas y de paso pagar la renta. Su lado perredista le invita a divertirse haciendo batidero que si no vende, por lo menos emociona. Al artista le toca equilibrar esas fuerzas, ser fiel a sí mismo y también sobrevivir, ser, en resumen, político.
Ahora que si hablamos de presupuestos nacionales el asunto se anuda de fea manera. Es cuando los diputados confunden negociación con exorcismo y nuestro país entra en convulsiones, fiebres y vómitos. Sólo nos queda asistir por la TV a la fabricación de una devaluación entre anuncios de pinol, pasta de dientes y pañales (muy útiles en estos casos). Nuestra trinchera es pequeña: a los pintores nos toca hacer buenos cuadros y a los carpinteros entregar su trabajo a tiempo (por piedad, maestro, hágame el milagro de ver mis repisas terminadas). Todos tenemos tareas pequeñas, medianas, grandes, todas inaplazables, panistas, perredistas, pintores abastractos y paisajistas, loncheros, senadores y camioneros, alivianémonos la vida, seamos un poco más gentiles, tolerantes, urbanos, en resumen: ¡Seamos políticos! (Qué bonito se siente encontrar el hilo negro…).
Parpadeo final
Y si la política es arte, me remito a Stendhal: “jamás silbido alguno será demasiado enérgico: no hay perdón para la mediocridad, ésta disminuye nuestra sensibilidad”. Si las cosas no se hacen como es debido tenemos el derecho elemental de invocar progenitoras mediante un sonoro silbido. Ejerzámoslo como es debido. Que así sea. Rechiflas, comentarios, aclaraciones a: cronicadelojo@hotmail.com