Yo lo vide
Domingo 29 de agosto, once de la noche y en la tele se transmite el debate posterior a la mega marcha del ?Peje?. Es un encuentro de relevos australianos, aguerrido cual campeonato de lucha libre. En este escenario me propongo hacerle justicia al nombre de esta columna y hacer una Crónica del Ojo, relato de superficies que por el momento, hace a un lado los argumentos.
En la esquina derecha están Jackson del PRI y Zermeño del PAN, en la izquierda, los perredistas Batres y Ortega. Resulta difícil, casi imposible, saber quién es rudo o técnico. En el centro se encuentra López Dóriga, réferi del evento, tan almidonado como siempre (queda en el aire la duda de si es un autómata, un zombi bien vestido o sencillamente esta relleno de paja). Los golpes comienzan con la intervención de Enrique Jackson. Se dirige a sus contrincantes con respeto, pero eso no logra aminorar la sensación de tiburón viejo que dan sus movimientos pausados, su perfecta e institucional apariencia. Colmillos de mil batallas asoman debajo de su bigote. Lo respalda Zambrano, sonrojado y cachetón con el fino traje azul de rigor en los panistas. Es la estampa clásica del industrial o el abogado prominente. Por su parte Jesús Ortega, ojeroso, permanentemente compungido, da el perfil ideal para un administrador de pompas fúnebres. Martí Batres se cuece aparte: sweater al estilo Atizapán, sereno, elocuente y directo. Martí no se toma la molestia de mirar a sus contrincantes, voltea directo a la cámara. Impacta su mensaje, cargado de encono apenas contenido. Parece el más sincero, al menos para mis ojos. Pero la vista no es de fiar y la historia lo demuestra. En 1960 Kennedy adivinó que en el reino de la imagen pesa más la replica frontal y la mímica que la reflexión. En su famoso debate con Nixon, las encuestas entre los televidentes mostraron como ganador a JFK, con mejor apariencia y mucho más simpático que su contrincante, aunque por otro lado, la encuesta radial le dio el triunfo a Nixon por amplio margen. El ojo percibe y genera emociones indescriptibles, más que mil palabras, como solemos decir. Hay una escisión entre el ojo y la razón. La vista tiene conexión directa con el estómago, el corazón, el hígado: es indignación, amor y odio. En este terreno Martí Batres sin duda ganó el debate. Pero, por encima de las apariencias?¿en verdad tiene razón?
René Descartes en su discurso del método (1637) nos dice: ?El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo: pues cada uno piensa estar tan bien provisto de él que incluso los que son más difíciles de contentar con cualquier otra cosa no están acostumbrados a desear más del que tienen?.
Así pues, todos creemos estar en lo correcto. Y en el caso del ?Peje? el asunto se ha polarizado, lo amas o lo odias. Y la razón jamás llega, se queda atorada en el nudo intestinal de sus seguidores y detractores por igual. El país está en juego, perdido esta vana lucha de imágenes huecas y descalificaciones disfrazadas de argumentos. Es tiempo de renunciar a la seducción de la mirada, a la emotividad. Hago un voto por la razón, muy necesaria en estos tiempos marcados por densos nubarrones políticos.
PARPADEO FINAL
Me llevo varias imágenes de la ?peje? marcha, no las leí en los periódicos, las vi en vivo y a todo color: carreteras bloqueadas por campesinos y amas de casa, filas y filas de autobuses repletos de hombres, mujeres y niños. Es necio negar lo evidente: hubo un acarreo digno de los viejos tiempos del PRI-Gobierno. Recordemos que en 1983 AMLO fue presidente del PRI en Tabasco y no es ajeno a estos viejos mecanismos?
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