43 grados y elucubrando
¿Para ti qué es un artista? Ésta es una de las preguntas ideales para comenzar discusiones bizantinas, de aquéllas donde la raza intelectual ?amarra navajas? al tiempo que deja correr los licores por la garganta. No falta quién hable de Gabriel Orozco y el auto que partió por la mitad (ahem, perdón, la DS) o con aire sofisticado (no exento de una pizca de sutil ironía y calculada sencillez) se ponga a reseñar ?lo último? de Cruz Villegas (¿Cruz-Villegas? ¿Cruz Villegas? ¿Cómo es que se escribe? Ayuda, compadres posmodernos).
Y de por ahí saltará el colado al que nomás no le suena ninguno de esos nombres y está plenamente convencido que todo aquello que no sea pintura al óleo es pura chapuza ¿Cómo va a ser artista el que nomás junta basura y la expone en una galería? Ah qué bonita manera de hacerse el interesante. Pero como sabiamente dijo Miguelito el de Mafalda, ?nunca falta alguien que sobra? y de seguro en esta hipotética conversación estará algún crítico de arte dispuesto a quemar en la hoguera del conocimiento al primo ignorante y comenzará una cruzada personal para explicar a tan deleznable gusano como la historia del arte cambió para siempre cuando a un francés se le ocurrió exponer un mingitorio (con la resultante cara de ?¿what?? del ignaro primo).
A estas alturas, los licores de seguro han generado convulsiones argumentales y más de una mirada hostil. Para los que leyeron a Felipe Eherenberg la solución es simple: artista es el que vive del arte (estirando un poco este razonamiento mandemos al caño a Van Gogh y que viva Martha Chapa).
En lo personal opto por un agnosticismo plástico, donde en la palabra artista quepan Marcel Duchamp, Diego Velásquez y uno que otro de mis amigos (en el arte como en la vida, todo cabe en un jarrito...) esto es ideal si uno anda en el territorio comanche de los artistas conceptuales o en los páramos infinitos de los seguidores de Salma, ahem, Frida Kahlo. Pura sobrevivencia.
Lo ideal en este caso sería convertirse en curador o crítico de arte, que a estas alturas es como ser el Rey Midas del arte. El asunto es simple pero toma tiempo. Hay que leer algunos libros fundamentales (cuestión de apellidos: Danto, Guasch y anexas) vestir la ropa adecuada (la piochita es infalible) y lo más difícil: hablar como si deveras o en otras palabras, hacerle como que uno le hace. Y si esto suena enigmático, hombre, ahí esta la magia de la curaduría. El arte de convertir un montón de cacharros en punto de partida para la reflexión sobre el infinito. Tiene su chiste.
Pero no es nada personal con mis cuates curadores ni con los jugadores del deportivo José Luis Cuevas, ni contra nadie. Es que en Torreón ya comenzó a planchar el diablo y si uno mezcla libros de filosofía y teoría de las artes con los severos 43 grados que sufrimos, el resultado es previsible: jocoque neuronal. En estos calores uno pasa de Heidegger a Pepillo Orijel sin darse cuenta. Y para los acongojados lectores que ya se echaron esta ligera y falaz columna pido su solidaria comprensión. A partir de los cuarenta grados ya no hay artistas, hay hartistas. Y en ese rubro cabemos todos.
Parpadeo final
Hoy en la Alianza Francesa se inaugura Noche en la Tierra, colectiva con obra del maestro Pepe Valdez, Guayo Valenzuela y un servidor. Y también tenemos conferencia sobre Diego y Frida en el Centro de Convenciones Francisco Zarco de Gómez Palacio. Establezcan prioridades, pueden ir a ambos actos. Que no se diga que las autoridades culturales no son humanitarias: en ambos habrá coctel y cervecita gratis. Por ahí nos vemos.
cronicadelojo@hotmail.com