A partir de la época colonial el masticado de hoja de coca pierde su carácter de prestigio y se vuelve un símbolo de "estigma" para el indígena que lo consumía.
Lima, (EFE).- Los españoles que llegaron a Perú en el siglo XVI fomentaron y expandieron la práctica entre los indígenas del masticado de la hoja de coca, llamado chacchado en quechua, con el fin de incrementar la producción en la minería y la agricultura, según concluye un libro publicado en Lima.
"El consumo tradicional de la hoja de coca en Perú" es una producción conjunta del sociólogo y ex ministro del Interior peruano Fernando Rospigliosi, la antropóloga y ex ministra de la Mujer Cecilia Blondet y el historiador José Antonio Lloréns, que ha sido publicada por el prestigioso Instituto de Estudios Peruanos.
Rospigliosi explicó que de acuerdo con los cronistas de la conquista "el chacchado de la hoja de coca no era común entre los pobladores del Imperio de los Incas, sino un acto 'divino' al que solo accedía el Inca, los sacerdotes y la elite militar".
"La explosión del consumo se dio en el siglo XVI, producto de la conquista española, ya que necesitaban una mayor producción laboral de los indígenas en las minas y en los campos de cultivo. Es así que la hoja de coca se vuelve una mercancía inserta en la naciente economía colonial", indicó.
Añadió que "por esa razón, los intentos de convertir la hoja de coca en símbolo nacional no tienen justificación histórica".
El libro analiza de modo histórico y sociológico al consumidor de hoja de coca en las zonas altoandinas de Perú, basándose en una encuesta realizada a nivel nacional en 8 mil 040 hogares, a personas mayores de 12 años.
"La expansión de la costumbre del mascado de la hoja de coca se da en la época de la colonia instaurada por los españoles como un estimulante para intensificar y extender las actividades de la población originaria (indígenas) en la minería y agricultura", reseña el texto.
Afirma, además, que a partir de la época colonial el masticado de hoja de coca pierde su carácter de prestigio y se vuelve un símbolo de "estigma" para el indígena que lo consumía, a diferencia del tabaco y el cacao que pasaron la "barrera étnica" y son productos que alcanzaron aceptación universal.
"Sin coca, no tendrían (los indios) el vigor ni la paciencia para soportar los muy rudos trabajos a los que están sometidos", dice el historiador y cronista Manuel Atanasio Fuentes, en "Memoria sobre la coca en Perú", un libro escrito en 1866.
El perfil moderno del "chacchador" de hoja de coca retrata a las personas que viven en zonas andinas por encima de los 2 mil 300 metros de altura y se dedican principalmente a la agricultura y la ganadería.
Además, tienen un bajo nivel de educación (más del 40 por ciento son analfabetos), origen quechua o aimara, escasos niveles de ingresos (52 dólares mensuales) y mastican coca por costumbre o porque creen que les ayuda a resistir el esfuerzo del trabajo en el campo.
Cecilia Blondet, una antropóloga que ha sido ministra de la Mujer, presenta en el libro el "perfil" de la mujer que chaccha coca y establece que son unas 450 mil.
"Las mujeres chacchadoras son las pobres entre los pobres", dice Blondet en su análisis y señala que ellas tienen en promedio 50 años, viven en áreas rurales, tienen al quechua como lengua de origen y fueron muy afectadas por la guerra interna que vivió Perú entre 1980-2000 y que dejó cerca de 70 mil víctimas.
El 90 por ciento de las mujeres que mastican coca se percibe a si misma como indígena, un porcentaje notoriamente mayor al de los hombres (67 por ciento).
El libro remarca que sólo un millón de peruanos, menos de uno de cada veinte, consume a diario hoja de coca de manera "tradicional", lo que permite inferir que el mayor porcentaje de la hoja de coca que se cultiva en el país va directo al narcotráfico.