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Crónica Urbana| Al hablar de sus hijos los ojos se le iluminan

FABIOLA PÉREZ-CANEDO HERRERA

EL SIGLO DE TORREÓN

TORREÓN, COAH.- Para los paseantes de la Plaza de Armas es común ya la figura de Bartolo Bazaldúa, quien desde hace 22 años llegó a Torreón con su carrito de globos.

El señor de 60 años es originario de Guanajuato, pero la falta de oportunidades lo obligó a emigrar a tierras laguneras, donde se casó, tuvo a sus hijos y “echó raíces”. Cuenta que sólo estudió hasta segundo de primaria porque no había muchas escuelas en su comunidad, pero a pesar de la poca educación cursada, Bartolo gusta de leer y está enterado de las noticias tanto locales como internacionales.

“Conseguí permiso aquí en Torreón y me quedé, no en todos lados se pueden conseguir los permisos”, comenta, “aquí a veces se gana el mínimo, a veces menos, depende de las ventas, ¡qué más quisiera que se vendiera mucho!”.

En su juventud se dedicó al campo y luego fue zapatero por 12 años, hasta que enfermó de tuberculosis y por ello sufrió la “ponchadura” de un pulmón. Ya no pudo hacer más trabajos pesados, por lo que se inició en el comercio informal como vendedor ambulante.

“No puedo ya hacer otra cosa, éste es el medio que Dios me ha dado para seguir viviendo, aunque sea humildemente”, dice el señor, orgulloso de vivir honradamente y sentirse útil sin importar las enfermedades de edad que lo aquejan.

Tiene esposa y dos hijos que dependen de él. Estudian secundaria. Los ojos de Bartolo se iluminan cuando los menciona. Quisiera que estudiaran una carrera para que tuvieran mejores oportunidades de las que él les puede ofrecer, pero no los piensa presionar, “que elijan lo que les guste y los haga felices”.

“Ojalá puedan estudiar una carrera, para que sean alguien en la vida”, insiste.

Todos los días, sin importar domingos o festivos, Bartolo se detiene en la Plaza de Armas de diez de la mañana a nueve de la noche. Su permiso es como vendedor ambulante, pero tiene un L4 en la cintura y no puede moverse mucho.

“No tengo idea que sea un L4, sé que es una operación que necesitaba”, manifiesta confundido, pero luego se muestra agradecido con la vida que lleva y continúa, “soporto el dolor porque todavía estoy aquí, hay muchos a los que les va peor”.

La cuestión del pulmón no le causa problema al momento de inflar los globos. Disfruta pensar que cada figura, desde el Picachú hasta el Batman o la simple pelota harán feliz a algún pequeño.

En su opinión, la Plaza de Armas no ha recibido la suficiente atención por parte de las autoridades municipales, pues aunque abundan las sombras gracias a los grandes árboles, la infraestructura está muy deteriorada.

Sin embargo, Bartolo cree que lo primordial para los gobernantes debe ser la creación de empleos, sobre todo para la gente más marginada y desprotegida, que vive en extrema pobreza y sin acceso a la educación.

“Si con estudios se batalla mucho, ahora imagínese sin nada, no se puede vivir así”, concluye.

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