EL SIGLO DE TORREÓN
SAN PEDRO, COAH.- José Alberto Esparza Soto, es uno de tantos “mojados” mexicanos que se han ido a Estado Unidos para mejorar las condiciones económicas de sus hijos y esposa; pero es de los pocos que regresan obligados porque su familia lo necesita.
Desde 1992 fue por vez primera al otro lado, su esposa hijas y su único descendiente varón, lo despidieron con la esperanza de que su vida cambiara. Y así fue. Luego de ir y venir durante varios años, la enfermedad de su único primogénito lo obligó a regresar a su ciudad natal.
Corría el año 2000. José Alberto ya había estado en Texas, Kentucky y Canadá, trabajando en restaurantes, de albañil, intendente y todo lo que se ofreciera. Seguido mandaba dinero y su familia vivía de una manera decente.
Pero una llamada de su esposa cambió todo. Alberto tuvo que dejar los dólares y el país de ensueño para regresar a San Pedro: su hijo estaba enfermo de gravedad. En cierta manera acepta que fue un descuido, “pero porque los doctores no sabían que tenía”.
Estando ya en México, el doctor que atendía a Marcos Herminio le diagnosticó anemia plástica. “La verdad es que comía mucho pelón rico y picatripas que les hacen mucho daño a ellos, eso fue lo que hizo que se enfermara”.
Luego de varias intervenciones y de un transplante “de no se qué”, el niño no soportó la debilidad de su cuerpo y órganos. Murió sin poder cumplir los ocho años, ahora tendría cerca once años de edad y terminando la primaria.
Esta muerte dejó triste a la familia, pero aún lo recuerdan. Aprovechan cada Domingo de Ramos para que sirva como una “educación religiosa, de hecho si es una forma de acordarnos de él y venir con Dios y no renegar de su voluntad”.
Sus hijas y su esposa le ayudan con la venta de ramos. Su mujer ya no pudo tener más hijos debido a una enfermedad. En la actualidad viven juntos y se mantienen de las ventas de elotes, negocio del padre.
Alberto refleja el dolor que sintió hace cuatro años, no sólo en sus lágrimas aglomeradas entre la mejilla y el ojo, sino en el tono de voz y facciones: “Se siente feo, no sabe usted lo que pasa uno, pero le juro que yo no tengo remordimiento de lo que pasó porque yo lo cuidé he hice todo por él”.
Sus hijas van a la escuela gracias a el dinero que Alberto lleva todos los días; cuando no es temporada de elote, él hace pan de trigo y empanadas que exporta a Estados Unidos, así ellas podrán tener la educación que sus padres no tuvieron y de la que su hermano no pudo completar por causa de una enfermedad.