EL SIGLO DE TORREÓN
FRANCISCO I. MADERO, COAH.- Osvaldo Macías es un bolero a causa de la parálisis que sufre en la parte derecha de su cuerpo. Cuando tenía 14 años aproximadamente, tuvo un accidente automovilístico en que un compañero de él murió a consecuencia del fuerte impacto.
“A mí me gustaban los bailes, entonces un día fuimos al ejido Florida y mis compas y yo chocamos, ésa fue la razón por la que quedé así; por eso tuve que dejar el box, porque ya no pude practicarlo, usted sabe que ya no se puede así”.
Osvaldo es originario de este municipio. Desde pequeño inició trabajando de cargador: “Yo te levantaba de 200 a 300 kilos, pero ya no pude y luego me metí de socorrista porque mi hermano trabajaba ahí, pero los turnos me provocaron epilepsias, por lo que dejé eso”.
Luego de sus problemas, Osvaldo tuvo que elegir el oficio de ser bolero. Tiene cerca de once años laborando de calle en calle, sin un lugar fijo en dónde trabajar, sirviéndose de sus pies que caminan de forma inexacta, pero eso no es el impedimento, sino conocer a su hija.
“Tengo una hija como de cinco años, no la conozco, lo último que supe fue que su mamá se fue a Juárez, Chihuahua. No me dejó verla y desde que nació no la he visto, no sé nada de ella. Yo quiero encontrarla porque quiero darle dinero para que estudie y vaya a la escuela.
El camino es largo y sinuoso. Vive con sus padres pero pocas veces aporta para la casa. “Cuando de verdad se necesita pues sí les doy, pero además tengo ocho hermanos que viven ahí y todos trabajan. Mi dinero me lo gasto en mí. Me compro unas cheves todos los días”.
Su edad la desconoce, dice que ha de tener entre 35 y 37 años, dice que la culpa de no saberla es el accidente. “Creo que he de andar por los 35 años o dos más, no sé, ahí sí que no. Lo que pasa es que mi accidente me provocó la pérdida de memoria en algunas cosas”.
Su vida no se acabó luego del percance automovilístico. Es cierto, perdió la oportunidad de continuar boxeando, de seguir en el cargamento y de muchas otras cosas más, pero lo que sigue manteniéndolo firme es su persistencia debido a un solo motivo: “Yo no soy h...”.
En las calles lo conocen todos. Transita por la calle principal a la entrada y salida del municipio. Cobra diez pesos por “boleada”. Gana de 50 a 300 pesos diarios y este oficio le gusta “por la sencilla razón que es un trabajo”.
“A mí no me importa de qué sea, sólo quiero trabajar, me desespera estar sin trabajo, yo por eso, cuando termino de bolear, me voy a una carga para a ver qué hago y me den un dinero extra”.
Su familia vive en la calle Lázaro Cárdenas número 14 de la colonia Linares. Sus amigos más cercanos lo conocen por el “Empachado”. Este apodo se debe a que “un día en una chamba nos dieron de comer pollo y yo me comí como uno y medio. Después anduve como una semana malo del estómago y por eso me dicen así”.
De su esposa sabe lo mismo que su edad: ni idea. “Lo último que supe es que se fue con un bato y me dejó y se fue con mi hija; no se su nombre ni sé exactamente la edad que tiene, pero yo quisiera ayudarla a ella con dinero para su escuela”.
De manera diaria Osvaldo camina por su barrio tratando de sacar lustre a los zapatos de sus clientes; sus pies, a pesar de su problema, no le impiden caminar cuadras completas en busca de una persona que desee tener limpio su calzado.
Parece un hombre solitario, aunque afirma que vive con su familia. Prefiere estar solo que con sus amigos, al menos cuando quiere “pistear”, porque “nadie me pide y a nadie le pido, es mejor estar solo. Pero la preocupación es su hija, quiere verla y no puede.
Es muy posible que ya nunca la vea, pero Osvaldo no desespera porque su trabajo es lo que mantiene sus esperanzas de seguir viviendo sin el temor a ser discriminado, porque hasta el momento “no he tenido problemas de esos con nadie”.
