EL SIGLO DE TORREÓN
MATAMOROS, COAH.- Cuando Edgar nació, los médicos le diagnosticaron parálisis cerebral. Su dificultad para moverse le obligó a dejar la escuela y a buscar otros medios para mantenerse, pero nunca le ha valido de excusa para “dejarse caer”.
Edgar Díaz Esquivel tiene 33 años y desde los ocho comenzó a laborar vendiendo semillas en el mercado. Su madre asegura que no tiene necesidad de trabajar, pero él no quiere convertirse en una carga para su familia y ha buscado autoemplearse.
Nunca ha recibido ningún apoyo del programa de Desarrollo Integral para la Familia (DIF), ni lo ha solicitado siquiera. Vive con su mamá y su hermana, pero prefiere valerse por sí mismo y comercializar dulces en el centro de la ciudad antes que causarles un gasto. Con lo que gana se compra su ropa, discos de Vicente Fernández y demás cosas que le gustan.
Un profesor le obsequió un carrito de supermercado. Desde entonces, Edgar camina por las calles de Matamoros empujándolo con dificultad, pues siempre viene repleto de dulces. El cochecito le sirve de “minitiendita” y al mismo tiempo, le ayuda como soporte.
Durante la administración del alcalde, Fernando Castañeda Limones, en el año 2001, recibió una presea como Ciudadano Distinguido de este municipio, pues se ha sabido valer por sí mismo a pesar de sus dificultades motoras. Edgar asegura que su problema únicamente es de movilidad, sin más.
Estudió hasta primero de secundaria porque los maestros no entendían su letra, pero sabe escribir y lee a la perfección, sobre todo el periódico y cuentos. Su mejor materia era matemáticas, realiza raíces cuadradas, multiplicaciones y demás operaciones numéricas en cuestión de segundos. Ha pensado en reanudar su educación en la enseñanza abierta, pero aún lo está considerando.
Edgar disfruta de ir a la plaza, dice que es muy “amiguero”, pero le entristece la actitud de algunas personas hacia él, pues lo discriminan o lo toman por tonto, a pesar que sus facultades mentales están intactas.
“Hay gente que me trata muy bien y son buenos amigos, pero hay personas que se burlan”, comenta, “hay gente que se lleva los dulces y no me paga, pero la mayoría sí lo hace”.
Personas han abusado de su confianza al punto de que le quitan los dulces y corren con ellos. Edgar no puede seguirlos debido a sus problemas de movilidad.
De 12 a nueve de la noche, Edgar camina con su carrito alrededor de la plaza y el mercado, ofreciendo dulces a los matamorenses. Su sueño es ser un comerciante grande, edificar una dulcería y ser el dueño de su propio negocio.