EL SIGLO DE TORREÓN
GÓMEZ PALACIO, DGO.- La vida de Refugio Sámago Rivas, de 74 años, gira alrededor de sus amores. Una pequeña flor de colores que durante más de 50 años cultiva y comercializa en el centro de esta ciudad.
“Lleve sus amores y sus verdolagas a dos pesitos, marchantita”, es la frase que repite incansablemente durante su estancia en su punto de venta: Avenida Victoria y calle Escobedo. Sólo está cuatro horas en el lugar. De abril al mes de agosto, es la temporada de los amores.
Refugio nació en Lerdo, Durango. Recuerda que uno de sus hermanos empezó a cultivar plantitas en el patio de su casa. Fue así como aprendió a conocer la manera en que se cultivan. Muy joven se casó con una joven de Juan Aldama, Zacatecas con quien procreó ocho hijos. En ese tiempo laboraba en Industrias Unidas, donde la hacía de todo. “Barrendero y cargador, hacía mil cosas”.
Pero su gusto por las plantas lo llevó a tomar la decisión de dedicarse a la comercialización de los amores, una flor que sólo se da en verano y que es muy buscada por los laguneros. “Sobre todo las damas, pero uno que otro caballero se acerca para llevarse varios ramitos”.
Refugio comenta que se traslada a esta ciudad para vender los amores, porque en Lerdo no tiene tanto éxito como aquí, pues allá la gente prefiere acudir a los viveros para hacerse de sus plantas. “Tengo mucha competencia, por eso es mejor buscar un buen punto de venta”.
En una caja color canela transporta a los amores. En nutridos bultos de papel periódico cuidadosamente doblado, envuelve los diminutos botones. Separados en cuatro colores, los pequeños ramitos están protegidos con este mismo material y así están listos para su venta.
En un día bueno saca hasta 160 pesos diarios con los que tiene que completar para mantener a su esposa y a su nieta de diez años que está a su cuidado desde que nació, pues su mamá —una hija de él—, la dejó para buscar un mejor futuro en Tepic, Nayarit.
“Mi hija ya la reclama, pero la pequeña no quiere irse, pues dice que se siente muy a gusto con el par de viejos”, manifiesta para luego decir que también para ellos sería muy duro dejar ir a la niña.
Cambia de tema y comenta que con lo poco que gana, le da estudios a esta pequeña y aunque muy forzado, sale también para pagar la renta, la luz y el agua.
Cuando no es temporada de los amores, acude al mercado Donato Guerra donde se desempeña como estibador, donde también gana poco, pero le permite llevar a su casa “algo de dinerito pa’ los frijoles y la sopita”.
Él dice que tiempos pasados fueron mejores, pues la vida no estaba tan cara y podía la gente darse uno que otro gusto. Manifiesta que los gobiernos que han estado administrando al país, siempre han sido corruptos y la ciudadanía siempre ha caído en su juego.
“Promesas y más promesas y nosotros que les creemos”, manifiesta el septuagenario quien explica que a pesar de que México no ha tenido buenos dirigentes, sí recuerda que con menos dinero se compraban más cosas.
A su edad, Refugio se considera un hombre fuerte y sano. Para él es una fortuna no padecer de ningún mal. Su esposa y su nieta, también gozan de buena salud. “Eso es bueno para la gente pobre, porque sin Seguro Social a uno le va peor”.
La mayoría de sus hijos viven en Ciudad Juárez donde se fueron para buscar mejores condiciones de vida. Sólo lamenta que no están juntos para que fueran “más agradables los domingos”. Sin embargo, está consciente de que cuando la familia crece, “es para emprender el vuelo y así debe ser”.
Le agrada pensar que morirá haciendo lo que le gusta. En el patio de su casa en latas de cuatro hojas y con ayuda de su “viejita”, cultiva los amores. “Ella les habla y les dice cosas tiernas, por eso están tan bonitos”.
Refugio se define como una persona feliz consigo mismo y con los demás, “tengo mi conciencia tranquila, a nadie le he hecho daño y hago lo que me agrada, como cultivar y vender estas pequeñas flores, que a muchos también les encantan”, ríe mientras hace el comentario.
