CRÓNICA URBANA
EL SIGLO DE TORREÓN
FRANCISCO I. MADERO, COAH.- Antonio vive en el ejido Santo Niño, cerca del antiguo basurero municipal. Todos los días acude temprano con su carrito de mulas, donde carga lo que encuentra todavía ?funcional?.
Cuenta que comenzó a pepenar en el tiradero de desechos porque su familia lo hacía. Empezó a acompañar a su padre y le llamó la atención todo lo que se podía encontrar aún en buen estado, considerado para otros como desperdicio.
El señor pepena cartón, metal y diversos objetos. Entre risas comenta que este tiradero ya estaba muy abandonado por la gente, sólo acudían, por obvias razones, los que arrojaban basura y desechos, pero adquirió gran importancia recientemente debido al descubrimiento de dos tanques con gas malatión, insecticida utilizado para acabar con los mosquitos del dengue, que fueron enterrados en el lugar.
Comenta que tiene familia, pero sus hijos estudian y por eso no los lleva a que lo acompañen. La mayoría de los niños en el ejido buscan la oportunidad para ir al basurero, pues les divierte explorar y sacar cosas todavía útiles.
Lo que más recolecta es el cartón y metal, que luego los junta y vende a un precio módico, pero que le sirve para sobrevivir. Dice que en ocasiones no hay nada y tiene que regresar al pueblo con las manos vacías.
Antonio explica que nunca ha tenido enfermedades respiratorias a causa de la basura, sólo en una ocasión tuvo unas ronchitas muy rojas en los brazos, cerca de las muñecas, que le provocaban comezón. El ejidatario se lo atribuye a los animales muertos que se encontraban en el sitio, posiblemente procedentes del rastro municipal, a los que prendió fuego para evitar posibles infecciones.
Por temporadas, se dedica al campo como jornalero, pero en cuanto termina el trabajo, Antonio regresa al basurero.