EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Pedro tiene nueve años. Trabaja desde que tiene memoria, vende chicles en los cruceros. No asiste a la escuela, pero quiere ser policía cuando sea grande.
Junto a Pedro laboran su mamá y su hermana, todos los días acuden a este sitio en busca de que los conductores se apiaden de ellos y cooperen a su supervivencia.
El pequeño dice que hay cosas buenas y malas en este “negocio”. Entre las buenas menciona conocer personas que le hacen preguntas sobre su vida, esto le gusta porque se considera “muy platicón”. En las malas cuenta que preferiría no pasar tanto tiempo bajo el sol.
No tiene papá y su mamá no ha encontrado empleo, pues aunque laboraba en una maquiladora, tuvo que dejarla debido a una enfermedad, de la cual el niño no sabe mucho. Dice que le gusta jugar futbol e incluso quería ser jugador profesional, pero cambió de opinión luego que escuchó las críticas de sus tíos hacia los equipos en sus “malas rachas”.
“Cuando meten goles y todo va bien, ellos están felices, pero cuando no se enojan mucho”, comenta, “y no quería que me dijeran cosas, porque ves, gritan de todo y yo no quería así”.
Si no estuviera bajo el semáforo, jugaría más con sus primos y vecinos, a los que casi no ve por su “trabajo”. Uno de sus sueños es comprar un carro para que su mamá ya no lo haga viajar en camión, otro es ir de vacaciones a una playa y conocer el mar, pues no ha tenido aún la oportunidad, pero algunos amigos suyos le han platicado que es divertido.
De ser policía, quisiera ser federal de camino, así cree que podrá conocer otros lugares “de Torreón y del mundo y salvarlos a todos de la delincuencia”.
De momento, se ven niños en las albercas, las plazas, los parques en general, todos disfrutando sus vacaciones. Mientras tanto, Pedro sigue en el crucero junto a su familia, extendiendo su pequeña mano a los conductores en busca de la ansiada moneda.
