EL SIGLO DE TORReÓN
MATAMOROS, COAH.- Su sueño se cumplió. Luego de varios años de trabajar en el campo, ganando apenas unos cuantos pesos, logró experimentar la inquietud que por lustros había pretendido. Arturo Quiroz Salazar es hoy un vendedor.
Arturo tiene 47 años de edad, una esposa y tres hijos. A los 14 años se vino de un pueblo cercano a Matamoros, para trabajar en el campo, el cual considera como una de las labores más “cansadas” del mundo.
Su oficio es paletero. En la temporada de Verano, Arturo vende paletas de hielo para ganarse la vida. 60 u 80 pesos diarios de ganancias parece no ser mucho dinero para una familia de cinco personas, pero él hace que rinda.
Su hijo mayor de 19 años no estudia. Los menores continúan en la escuela y la prioridad de Arturo es que terminen una carrera. Ahora que llegó la temporada de invierno cambió las paletas por las frituras y los algodones de azúcar.
El invierno no sólo significa para Arturo un cambio en el producto que ofrece al público, sino también, dificultad para poder comprar regalos y alimentos para la cena de Navidad y Año Nuevo. Los recuerdos son tristes pero reales.
“Hay ocasiones en que no he tenido dinero para comprarles regalos a mis hijos y pues tienen que aguantarse. Yo siempre les digo que cuando hay pues les compro, ellos comprenden pero es una realidad difícil para un niño”.
Arturo considera que es en estas fechas cuando el “jale” escasea y las compras aumentan. Su principal preocupación, es que sus hijos menores puedan concluir el ciclo escolar sin ningún problema, sobre todo ahora que de las escuelas le piden más dinero.
En sus recorridos por la ciudad, Arturo no sólo piensa en vender frituras y algodones de azúcar, sino en alimentar a su familia, ya que es el único miembro del núcleo que cuenta con trabajo para sostenerla.
Arturo sale de su casa todos los días, de la marcada con el número 37 sobre la calle Guayabos de la colonia Jesús Ríos Ruedas, en busca de dinero. Recorres colonias, escuelas, plazas y demás lugares públicos donde la afluencia de personas es considerable.
Los conductores se detienen a mitad de calle para pedirle un algodón de azúcar. No importa que el tráfico se pare un momento, Arturo toma la cantidad que le solicitan y sale corriendo para recibir el dinero que el día de mañana, le permita a su familia alimentarse.
