CRÓNICA URBANA
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Ricky y Pepe tienen cinco y seis años, respectivamente. Son hermanitos y trabajan en un crucero para ayudar a la economía familiar.
No saben con certeza en qué labora su papá o dónde, pero saben que llega muy cansado y el dinero que gana no les alcanza para comer, por eso pasan la mayor parte del día en el crucero vendiendo chicles en compañía de su madre y su hermana pequeña.
Desde que pueden mantenerse en pie trabajan. Entre risas dice Pepe que él venía a acompañar a su mamá cuando estaba “en su panza”, embarazada y vendía pulseras de chaquira bajo el semáforo, en una de las salidas de la colonia Torreón Jardín.
Pareciera que la ropa que visten no es de su talla, les queda holgada por su complexión delgada. Sus pielecitas morenas advierten que pasan bajo el Sol casi todo el día. Tienen las manos pequeñas, que entran y salen de sus bolsillos para guardar el dinero y devolver el sobrante. Pepe se mete el dedo a la boca. Su madre no lo nota porque su hermanita acaba de despertar y requiere alimento.
Ricky cuenta que no le gustan los chicles que vende, son de menta, los califica como “sabores de adultos”. Explica que su comida favorita son los chocolates. A Pepe también le fascinan los dulces y todo lo que venga de colores.
Ninguno de los dos sabe cuánto ganan. Ellos no se encargan de las finanzas. En varias ocasiones han perdido el dinero, por eso prefieren dárselo a su mamá, para que ella lo cuide y no se metan en problemas si, por jugar, se les cae. Además, Ricky tiene un hoyo en el bolsillo izquierdo del pantalón donde casi le cabe la mano.
Entre la luz verde y la roja, los pequeños se persiguen, corren, dan vueltas y maromas, se dicen bromas e incluso, pelean. Pero aunque estén disgustados, cuando el semáforo exige el alto de los automovilistas, los hermanitos se toman de la mano y recorren juntos la línea de vehículos, en espera que algún conductor les ofrezca la ansiada moneda.