Lerdo

Crónica Urbana | Remendar zapatos es su vida

CRISTAL BARRIENTOS TORRES

"A un cliente nunca se le puede decir que no".

EL SIGLO DE TORREÓN

Cd. Lerdo, Dgo.- Con sólo ver los pies de la gente sabe de qué número calza. Remendar un zapato no es una tarea sencilla, en ocasiones, hace falta más que una aguja o un hilo para dejarlo como nuevo, sin embargo, a un cliente nunca se le puede decir que no.

Carlos Antúnez Olvera lleva 34 años de su vida reparando calzado. Trabaja en un local ubicado en el interior del mercado Donato Guerra. Ahí pasa por lo menos ocho horas al día, todo depende del número de pares que lleven al negocio.

Antes de reparar suelas o tacones, Carlos fabricaba huaraches, trabajo que, dice, implica un desafío a la habilidad, pues además de hacer el calzado justo a la medida del pie, hay que saber manejar la aguja para evitar que termine enterrada en alguno de los dedos.

—Comencé haciendo huaraches para los danzantes, pero ya no fue negocio, por eso un amigo me enseñó a reparar calzado. Es más difícil fabricar que reparar, pero me gusta mucho mi oficio.

Da una explicación sobre la fabricación de huaraches: primero hay que sacar los moldes, después se cortan y perforan las suelas, luego hay que añadirles las correas. Con el surgimiento de las máquinas de coser el trabajo fue más sencillo, sin embargo, el negocio de pronto dejó de ser redituable.

—Ahora nada más me dedico a reparar calzado, no hago nada más. Tengo 49 años y a esta edad ya no me contratan en ningún lado. Quería que mis hijos aprendieran este oficio pero no les gustó, prefieren trabajar en las maquiladoras.

Al local de Carlos va todo tipo de clientes: desde el que lleva a reparar un calzado fino de piel hasta sintético. En ocasiones debe explotar su habilidad al máximo porque los zapatos están tan deteriorados que prácticamente tiene que rehacerlos.

Si un cliente tarda más de 40 días en recoger su calzado, Carlos lo regala a personas de escasos recursos económicos que suelen pedirle zapatos viejos. Entonces, sin pensarlo dos veces entrega los pares olvidados.

Lo bueno de pasar más de ocho horas en el local es que tiene la oportunidad de conocer gente y hacer amigos. A algunos clientes les gusta platicar mientras repara el calzado, por eso no se le dificulta conversar y trabajar al mismo tiempo.

Las manos de Carlos están sucias la mayor parte del día. Y es que no le importa mancharse de tinta o de grasa con tal de que los clientes queden satisfechos con la compostura de sus zapatos. El olor a thiner es lo de menos, después de tanto tiempo ya se acostumbró y dejó de marearse.

La presión también forma parte de su trabajo. Hay clientes que todo dejan para último minuto y acuden a Carlos desesperados. Le piden reparar el calzado en menos de media hora, porque o tienen una fiesta o no cuentan con otro par de zapatos que ponerse.

—Es mucha presión porque si a una persona le digo que sí, que en tanto tiempo está su calzado, al rato puede llegar otro cliente con prisa, afortunadamente nunca he quedado mal, la gente se va a gusto, por eso nunca hay que mentir sobre cuánto tiempo nos vamos a llevar trabajando.

Por más deteriorado que esté el calzado, dice, siempre será más barato mandarlo a reparar con un zapatero que comprar un par nuevo. Por eso quienes se dedican a este oficio deben conocer todo tipo de trucos para dejar unas sandalias o unas botas lo mejor posible, no importa que las suelas parezcan no aguantar ni un kilómetro más.

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