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Crónica Urbana| Siempre tiene la esperanza de lograr buena venta

CUAUHTÉMOC TORRES ALVARADO

EL SIGLO DE TORREÓN

FRANCISCO I. MADERO, COAH.- Tiene 38 años y recorre las calles de esta ciudad, con una tina llena de gorditas para vender. Martín López Hernández estudió hasta secundaria y en la actualidad no se arrepiente de haber escogido un trabajo por un nivel académico.

Es originario de San Pedro de las Colonias, Coahuila. Desde allá, viaja de lunes a viernes en un autobús para ganarse unos cuantos pesos para su madre y hermanos. No tiene hijos ni esposa y tampoco vive en unión libre.

Martín vende de todo. Las ganas de comer y obtener dinero, no lo limitan a que la venta sea un solo producto. Desde dulces, quesos y gorditas, este sampetrino ofrece sus alimentos en las dos ciudades laguneras.

En Madero las ventas son más pobres que las que se pueden efectuar en San Pedro. Aun así, Martín ha decidido seguir con su negocio en la ciudad maderense. Desconoce las causas del decremento en la ?vendimia? cuando asiste a ?Chávez? como conocen sus habitantes a Madero.

Sin embargo, su desánimo no decae. Aunque desde pequeño tuvo que elegir el trabajo en lugar de la escuela para ayudarle a su madre, no se siente avergonzado ni mucho menos arrepentido de la elección que hoy lo tiene vendiendo gorditas.

?Yo no me arrepiento porque creo que hice lo correcto en ese tiempo: ayudar a mi familia con los gastos. Luego tuve algunos trabajos como en la tienda de abarrotes, pero en todos me ha ido igual, no puedo decir que en uno tuve más dinero que en otro?.

Sus inquietudes siempre estuvieron del lado de la ingeniería. En secundaria, Martín estudió dibujo técnico y sus conocimientos pudieron servir de mucho a una empresa. Pero el destino y la situación económica de su familia le dictaron otro rumbo.

En su cubeta, diariamente lleva consigo aproximadamente 100 gorditas. Con sus brazos levanta el pesado contenido y su espalda se encarga de soportar durante varios metros, el alimento del que mucha gente disfruta.

Desde el centro de San Pedro, en la calle Ortega número 300, Martín sale cada mañana con la esperanza de vender todas sus gorditas. En ocasiones no sale de allí y se dedica a ofrecer su comida a toda persona que ve por la calle.

Los quesos y los dulces los deja para otras ocasiones. De frente y sin ninguna vergüenza que cargar en su conciencia, Martín espera que el día de mañana ninguno de sus familiares tenga que sufrir como de pequeño él lo hizo.

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