EL SIGLO DE TORREÓN
MATAMOROS, COAH.- Desde los 12 años comenzó a trabajar. Francisco Nájera García tomó la vida como llegó. Las muertes de su padre y su madre, maniataron sus esperanzas de seguir estudiando. A partir de entonces su existencia ha sido laborar y laborar.
Es originario de Matamoros, vive en privada 20 de Noviembre en la casa marcada con el número 919 Oriente en la colonia Las Carolinas. Tiene cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres, todos ellos mayores de edad.
Sin remordimientos ni vergüenza alguna, Francisco admite sus pocos conocimientos y el nivel máximo al que llegó gracias al Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). Siempre ha deseado lo mejor para sus hijos.
Cuando Francisco tenía tan sólo 11 años de edad, sus angustias y tristezas comenzaron y no pararon hasta los 14. Primero, la noticia de que su padre falleciera le provocó un llanto que se prolongó durante varios años, ya que antes de cumplir 15, su madre también murió.
En la esquina de la avenida Hidalgo y calle Niños Héroes, cerca de la plaza principal de la ciudad, ha decidido seguir adelante con su vida, su familia y sus tunas. Cada una de las bolsitas que vende, trae consigo seis ejemplares de color verde.
15 cajas cada ocho días son las que compra Francisco en Torreón. Esto le brinda ganancias de hasta 120 ó 150 pesos, de poco más de 250 pesos que gana de manera diaria. Ahora que llega el invierno, las tunas las cambiará por otro tipo de frutas.
En la casa de Francisco viven todos sus hijos. Los varones llevaron a sus esposas a la misma vivienda, aunque ellos trabajan para alimentarlas. Aun así, el sustento que lleva él es para tres mujeres: su esposa y sus dos hijas.
?A mí me hubiera gustado que mis hijos siguieran estudiando pero la vida la he tomado como me ha llegado, la vida se complica cuando no tenemos alguien que nos apoye, así es muy difícil. Mi abuelo me ayudó mucho a salir adelante cuando mis padres no estaban?.
Apostado en ?su esquina?, Francisco ve el paso del tiempo, de sus clientes y amigos sin ninguna extrañeza o miedo. Su trabajo le enorgullece y los demás lo reconocen. Es casi imposible que alguna persona pase a su lado sin otorgarle un saludo amable y una sonrisa sincera.
Francisco sólo estudió hasta la secundaria. Desde que estaba a punto de terminar la primaria, la muerte de su padre lo obligó a ayudar con el sustento de la familia. Hoy agradece el apoyo brindado por su abuelo y a su familia.
