EL SIGLO DE TORREÓN
MATAMOROS, COAH.- Ahuatla es un poblado que se encuentra a menos de dos kilómetros Quimixtlán, municipio de Puebla. Allí, cientos de campesinos luchan por trabajar y alimentar a sus familias. Manuel Colorado forma parte de esos núcleos que de manera cíclica viajan y regresan a sus tierras para buscar mejores opciones de vida.
Hace 41 años nació Manuel. Desde entonces su vida fue campirana. En el 2003 comenzó a dejar de manera esporádica los sembradíos de maíz y papa, así como a sus cinco hijos y esposa. La mitad del año recorre distintas ciudades y la otra trabaja un terreno propio que casi mide la hectárea.
“Tengo poco en estos. Un mes estoy en mi pueblo, al siguiente me voy... después me regreso otros 30 días a mi tierra y otro mes por todo el país. Sólo me faltan de conocer Morelos, Chiapas y Aguascalientes”.
De Cancún hasta Baja California Norte. De campesino a vendedor de artículos diversos. Sin vergüenza ni timidez, Manuel admite que los cuadros de vírgenes y cruces de Cristo que vende no los elabora él.
Trabajar en el campo es una labor ardua, pero no lo dice Manuel sino las venas que sobresalen, del color de su piel morena quemada y de su tono de voz. Ganar 30 pesos más provocó que se dedicara la mitad de su vida a vender artesanías por toda la República Mexicana.
Como campesino obtiene 70 pesos casi diarios. Los dueños no emplean de manera constante a la gente para trabajar el campo. Por esto Manuel decide estar aquí. Sin embargo, cada vez que llega a un lugar, desconoce hacia donde irá al día siguiente.
“Creo que aquí queda cerca Torreón, entonces todo depende del señor que nos trae. Venimos como siete personas en un camión y después de un rato nos van a recoger. Nos andamos por las calles vendiendo lo que nos compra el jefe”.
Sus deseos son la esperanza que tienen sus hijos de obtener estudios. La principal motivación de Manuel es que del total de sus descendientes, tres estudian. En la actualidad ninguno de la familia come, calza y viste con más de lo necesario.
Apenas hay para eso, pero la desesperación no encuentra las palabras de Manuel. Él es cauto y optimista. Le place viajar por todo México, la gente que ha conocido no es diferente a las de otras ciudades.
“Gracias a Dios me ha tocado conocer personas muy buenas gentes, ninguna de ellas han sido malas ni se portan mal. Esto es lo bueno de mi trabajo, porque a donde quiera que voy me tratan bien, es una experiencia bonita”.