VÍCTOR MANUEL QUIERE OFRECER A SU HIJO UNA CARRERA
EL SIGLO DE TORREÓN
El señor Flores vende su mercancía en la calle, contagia de ánimo a los peatones, pero esconde una tristeza.
MATAMOROS, COAH.- Víctor Manuel Flores ofrece su mercancía en la banqueta. Su aspecto evidencia un adulto joven tratando de sobrevivir ante la adversidad del desempleo. Sus marcas en la canilla izquierda son insoslayables para la mirada de cualquier comprador.
Víctor tiene 30 años. Es originario de Matamoros. Sólo terminó la secundaria y desde hace diez años vende accesorios diversos para el aseo bucal o personal. Pero hace un mes dejó de vivir en la casa de sus padres porque no soportó la violencia con que se tratan sus familiares.
Tiene un hijo de dos años con una mujer con la que vive en unión libre desde hace tres años. Precisa-mente ella es la que recibió a Víctor luego que éste decidiera irse de su casa porque no aguanta la situación de sus consanguíneos.
“Allá en la casa son puros pleitos, golpes y gritos, están como perros y gatos. A mí no me gusta estar así. Ellos no entienden que está mal lo que hacen pero de cualquier forma yo ya no regreso con mi familia”.
Su dolor es visible, tanto o más que el causado cuando en reiteradas ocasiones trató de quitarse la vida con vidrios, rasgando o cortándose la piel para tratar de herirse las venas de las manos. Nunca lo ha logrado.
Hoy se mantiene vivo con una esperanza: brindar la posibilidad a su hijo de estudiar una carrera y de continuar ayudando a su “jefecita” con 80 ó 50 pesos diarios que obtiene de las ventas en su negocio ambulante.
“Vivi”, como es conocido por sus clientes y amigos, permanece los siete días de la semana en la calle Carranza frente al mercado Hidalgo. Diariamente logra reunir entre 350 y 400 pesos, de los cuales un porcentaje se lo entrega a su madre.
Aunque ambulante, Víctor es comerciante. También es de los pocos que no se queja de las bajas ventas. Sus estrategias de mercado no se sustentan en un estudio ni mucho menos en propaganda mediática.
Con un “¡pásale, le doy más barato que en las tiendas!”, es suficiente para atraer clientela. Dos cepillos dentales por cinco pesos, seis pilas doble AA al precio de cuatro e infinidad de productos y accesorios para toda la familia.
Él cree que una de las principales razones de su éxito es encomendarse a Dios. Todos los viernes a las 18:30 y domingos a las 17:00 horas, acude al templo que se encuentra frente a los cines Juárez y pide por mejores ventas.
Su ánimo contagia a la gente. Los conocidos lo saludan y él de manera amable contesta. Sin embargo, su tristeza está escondida, quizás debajo de alguna de las cajas con las que transporta su mercancía.