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Crónicas cubanas| Un rincón azteca

Vicente Rodríguez

El Siglo de Torreón

En el silencio diplomático que envuelve al barrio del Vedado, en La Habana, permanece quieta la embajada mexicana en Cuba. Cinco agentes del Ministerio del Interior resguardan el edificio enraizado en una de las zonas más caras de Cuba. Hay muchas embajadas en el área, muy pocas tienen tanta vigilancia.

Los custodios, uniformados de verde olivo, apuntan sus sospechas ante los pocos peatones que pasan por allí, pero guardan silencio. Sólo observan.

Y es que a pesar de la tensión entre los gobiernos de ambos países, la embajada ofrece a los ciudadanos todos los servicios, aseguran los empleados. En carteles pegados en la sección consular, también se afirma que no hay cambios en el tratamiento de asuntos de los caribes frente a las autoridades mexicanas.

En cambio, emplazada en una esquina ineludible para los extranjeros en La Habana, la biblioteca México-Cuba es, en cierta forma, una embajada alternativa. Este rincón azteca germina frente al Floridita, bar donde personajes históricos -entre ellos presidentes y premios Nobel- han desgastado tardes de ocio en su paso por la isla.

La fachada del centro cultural ostenta en letras blancas el nombre de los dos países. No es un sitio muy grande, de modo que el calor y el bullicio se escurren hasta los estantes y mezclan nuestros símbolos patrios con la calidez caribe.

Esperanza Domínguez, una mujer oscura y amable, se encarga de atender directamente a los visitantes. Asegura que a los mexicanos que arriban a la capital cubana les llama la atención el nombre de la librería, de modo que muchos entran a ver de qué se trata aquello y no son pocos los que consultan a los autores mexicanos más reconocidos.

Afuera, en las calles, los pobladores de la isla atisban en los diarios oficiales –los únicos disponibles- rastros de las fricciones entre ambos Gobiernos. El semanario Orbe titula a ocho columnas: México, impresionante apoyo a Cuba y destaca las marchas de apoyo celebradas en el Distrito Federal. Algunos tratan de complementar su información con otros puntos de vista, quizá por eso acuden aquí.

El sitio es producto de la iniciativa del Fondo de Cultura Económica de México (FCE) y lleva dos años funcionando.

La mujer hace una pausa, después recuerda en voz alta que fueron los propios funcionarios del FCE quienes rehabilitaron el local, pues antes era sólo una bodega en donde se apilaban libros viejos. Después de los arreglos, agrega, se inició la biblioteca como tal: ellos trajeron los libros, acá los clasificamos.

El centro cultural da servicio a todo público y funciona todos los días. Además hay talleres literarios y el club Minerva, un sistema de préstamo de libros. Van desde niños hasta gente de la tercera edad. Los isleños asisten en busca de un atisbo de vida mexicana, los mexicanos a veces llegan nostálgicos de sus lecturas preferidas.

Esperanza confiesa que a ella le gustan los libros de Alfonso Reyes, Carlos Castañeda y Octavio Paz y que por todo lo que ha leído sueña con conocer México algún día.

Con nerviosismo evidente, se escurre en una frase para no opinar acerca del conflicto entre los dos gobiernos: “yo no sé nada de política, aquí sólo ayudamos a la gente”.

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