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Cuarto Informe/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“La democracia no es la ausencia de

conflictos: es la libertad para debatir

sobre los problemas”. Vicente Fox

En otros sexenios el Cuarto Informe representaba el pico del poder presidencial. Quedaban atrás los años de organización del Gobierno. El presidente contaba ya con un Congreso leal, cuya mayoría le debía personalmente sus cargos legislativos. Eran los tiempos de cosechar los primeros logros y de lanzar las iniciativas más importantes para el futuro, antes de que la sucesión empezara a erosionar el poder presidencial.

Ayer el presidente Vicente Fox llegó a su Cuarto Informe de Gobierno en una situación muy compleja. Si bien él mismo dijo ayer que se inicia “la tercera etapa de nuestro Gobierno”, y que “lo mejor está por venir”, su popularidad, aunque aceptable con un índice de 55 por ciento, se ha reducido de manera gradual pero significativa del 71 por ciento que llegó a tener a principios de 2001.

Y no sorprende. El Congreso, más que dividido, se encuentra fracturado. En los periódicos el llamado círculo rojo de intelectuales es virtualmente unánime en su condena al Presidente. Un grupo importante de sindicatos, especialmente los de la Unión Nacional de Trabajadores (Unete) y el del Seguro Social, han lanzado una campaña abierta en contra del Gobierno para mantener privilegios amenazados por las reformas y para influir en una sucesión presidencial adelantada.

Ayer el Presidente ofreció los mejores datos posibles sobre el avance del país dadas las circunstancias. El crecimiento empieza a repuntar, con una expansión del 3.9 por ciento en el segundo trimestre de este 2004, después de tres años de doloroso estancamiento. Se están generando empleos, 281 mil en lo que va del año, pero no los suficientes para compensar los que se perdieron desde 2001.

Se mantiene la estabilidad financiera, con una inflación razonable y un peso estable. La inversión productiva está empezando a aumentar. Las exportaciones están creciendo una vez más a cifras de dos dígitos: 14.2 por ciento anual en el primer semestre. El aumento en la inversión en vivienda ha sido espectacular. Los proyectos de infraestructura se han multiplicado gracias a los acuerdos con la iniciativa privada que han paliado la escasez de recursos del sector público.

El Seguro Popular, que da servicios básicos de salud a los más pobres, está beneficiando ya a un millón de familias o cuatro y medio millones de personas. Más importante que todo, sin embargo, ha sido la significativa disminución en los niveles de pobreza. La pobreza extrema ha descendido en 16 por ciento, gracias a la estabilidad macroeconómica, a las remesas de los emigrantes y al buen desempeño de Oportunidades y otros programas de apoyo a los más pobres.

¿Son suficientes estos avances? Por supuesto que no, especialmente en un país en el que el 51 por ciento de la población sigue siendo pobre y el 21 por ciento está hundido en la miseria absoluta. El problema es que para avanzar más, para lograr tasas más rápidas de crecimiento que generen empleos y prosperidad, para contar con recursos que permitirían incrementar los apoyos a los más pobres, se necesitan reformas de fondo que o no se han propuesto o han sido rechazadas por los partidos de oposición en el Congreso de la Unión.

Y ésa es precisamente la razón por la que estamos viendo esa gran batalla que ayer se expresó en manifestaciones, paros y bloqueos. Para un grupo de políticos y líderes sindicales, que buscan mantener un sistema económico corporativista, es importante que no se lleven a cabo esas reformas. El informe presidencial no ha abierto ninguna puerta. El Presidente no ha logrado los acuerdos en el Congreso que habrían impulsado las reformas para hacer que el país saliera adelante. Quizá haya cambios en las próximas semanas. Ya el PRI y el PAN demostraron con la aprobación de las enmiendas a la Ley del Seguro Social que pueden trabajar juntos a pesar de una presión muy fuerte de los grupos sindicales. Pero hay una enorme crispación en el medio político nacional que lleva al pesimismo.

En parte se debe a la adelantada batalla por la sucesión. Pero también a que se está definiendo el modelo económico que debe seguir nuestro país a partir de este momento. Esta definición la estamos tomando, desafortunadamente, no en el marco sereno de la reflexión, sino en un ambiente caldeado por discursos llenos de insultos y recriminaciones.

Pobreza

Tiene razón el Presidente cuando señala que “la pobreza es el problema más apremiante de México”. Y es correcto que de 2000 a 2004 se haya aumentado en 45 por ciento el presupuesto para superarla. Pero la pobreza no se puede vencer solamente con dádivas. Para derrotarla se necesitan más empleos. Y para tener empleos se requieren las Reformas Estructurales.

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sergiosarmiento@todito.com

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