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Cuatro años

Sergio Sarmiento

“Lo que fue, tenía que ser”.

Fedor Dostoyevski

La fecha realmente importante de 2000 no es el dos de julio. Hay razones para pensar que otros candidatos de oposición habían ganado elecciones presidenciales con anterioridad, sólo que el triunfo no se les había reconocido. El verdadero hito histórico tuvo lugar el primero de diciembre. La entrega pacífica del poder a un Gobierno surgido de la oposición es algo que nuestro país nunca había vivido.

México había experimentado muchos cambios de régimen en el pasado, pero éstos siempre habían tenido lugar de manera violenta. La gran diferencia del primero de diciembre de 2000 fue que, por primera vez, el poder se le entregó de manera pacífica a un miembro de la oposición. Ésa es la prueba de fuego de la democracia, de cualquier democracia. Y no la habíamos vivido hasta ese primero de diciembre de hace cuatro años.

Cuando nos sentimos decepcionados por los resultados de este primer Gobierno de la alternancia, quizá debamos entender que llevamos solamente cuatro años desde la introducción de este experimento en la vida de nuestro país.

Hay buenas razones para el desencanto que hoy estamos viendo en nuestro México. Hemos pasado de la presidencia imperial a la parálisis política. En un momento en que los demás países del mundo están haciendo reformas que los hacen más competitivos, nosotros nos estamos quedando con un sistema anclado en los conceptos del nacionalismo del siglo XIX.

La culpa no es del presidente Fox... o por lo menos no toda. Él ha presentado propuestas de reformas Fiscal, Energética y Laboral que no han sido atendidas por el Congreso. Los legisladores han rechazado en reiteradas ocasiones la reforma Fiscal y han persistido en mantener un sistema complejo y que le cobra impuestos sólo a un pequeño porcentaje de la población económicamente activa.

A pesar de las limitaciones de nuestra legislación, el Gobierno ha logrado impulsar proyectos, como los contratos de servicios múltiples, que por fin están permitiendo la explotación del gas natural de la cuenca de Burgos, pero bajo un esquema que sigue siendo oneroso y obsoleto. La reforma Laboral ha permanecido un año y medio en comisiones del Congreso sin que se haya presentado siquiera un dictamen.

Al presidente hay que responsabilizarlo, quizá, de su falta de sensibilidad política. Al contrario de su rechazo a la presidencia imperial cuando era miembro de la oposición, él mismo se ha negado a cabildear directamente con los legisladores, sintiendo, quizá, que esa tarea está por debajo de la dignidad presidencial. Ha fallado también en su intento por buscar acuerdos con la oposición en aquellos puntos en los que debería haber identidad de intereses de todos los partidos.

Si bien ha trabajado siempre a contracorriente con el Congreso, el presidente Fox puede ofrecer algunos logros concretos en sus primeros cuatro años de gestión. Aun sin una reforma Fiscal, la Secretaría de Hacienda ha logrado aumentar la recaudación. Pese al estancamiento económico de los tres primeros años de Gobierno, se ha registrado una disminución sensible en los índices de pobreza y pobreza extrema gracias, en parte, al éxito del programa Oportunidades. La construcción de vivienda y la de carreteras e infraestructura ha avanzado de manera importante.

Y sin embargo, la imagen que queda del actual Gobierno es la decisión de echar para atrás el proyecto de construcción de un nuevo aeropuerto en Texcoco por temor a las presiones ejercidas por un pequeño grupo de activistas que armados con machetes bloquearon una carretera. Ese momento de agosto de 2002 fue quizá la definición de todo el sexenio. Ahí quedó claro que ni el presidente Fox ni los miembros de su gabinete estaban dispuestos a resistir las presiones de los grupos de interés en el país.

No tenemos porqué ser pesimistas al respecto del futuro de México. Es verdad que este sexenio, al que sólo le quedan dos años, quedará marcado por la parálisis y la incapacidad de impulsar las reformas que el país necesita. Pero quienquiera que ocupe la Presidencia en 2006 tendrá también que hacer esas reformas, que son las mismas que se está haciendo en todo el mundo. Tarde o temprano algún dirigente de la oposición se dará cuenta que no se puede seguir sacrificando al país en aras de impedir los éxitos del presidente, cualquiera que sea su partido. Y cuando ocurra eso empezaremos a tener esos acuerdos políticos que les permitieron a otros países alcanzar la prosperidad.

Observaciones

El presidente ha mandado sus observaciones sobre el presupuesto de 2005 al Congreso. Ahora tendrá que venir una controversia constitucional. A final de cuentas será la Suprema Corte la que decida si el presidente de México es el único en el mundo que no puede hacer observaciones al presupuesto que le toca ejercer.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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