Primera de dos partes...
La campaña presidencial de 2000 fue bastante intensa, lo suficiente como para agotar psicológicamente a cualquiera de los candidatos. Sin embargo, Vicente Fox parecía ser el que menos había sufrido las consecuencias: se encontraba entero, dispuesto a seguir adelante después de meses de dimes y diretes, subidas y bajadas estrepitosas. Aquel dos de julio acudió a las urnas a votar al igual que millones de mexicanos dispuestos a probar cuán sólida u endeble era para aquellos momentos nuestra muy joven democracia. No habríamos de arrepentirnos: después de siete décadas de control casi absoluto sobre nosotros, el partido tricolor sufrió una monumental pérdida y hasta la fecha se encuentra viviendo una crisis de ideología y también en cuanto a estructura se refiere; de la cual no se ha recuperado por completo.
El dos de julio se opta por un cambio total y absoluto, o al menos eso parecía ser en aquel entonces. Había que brindarle la oportunidad a un personaje cuya manera de operar se oponía diametralmente a las formas de hacer y sentir la política tradicional: fuera todo apego al discurso revolucionario, a gastadas fórmulas apegadas a lineamientos estrictos para así darle paso a innovadoras maneras de operar. Recordemos que Fox crea una estructura paralela al PAN (Amigos) y hace de la publicidad su mejor aliado pues en vez de ideas sólidas prefiere frases o slogans poderosos que penetren en el inconsciente colectivo del votante común. El panista –si acaso cabe llamarle así- alcanza niveles de popularidad insospechados pues se vende como un producto que provoca sobre el consumidor sensaciones de frenesíu o goce total, sin medias tintas y así de fácil.
Cuando Ernesto Zedillo sale en cadena nacional y admite en un acto muy criticado por su partido que Vicente Fox era el ganador de la contienda, entonces el último cambia radicalmente el tono de su discurso y lo vuelve más conciliador, deja atrás viejos revanchismos cristeros para así darle paso a un estilo de comunicación a nivel de estadista que busca unir a las distintas fuerzas de la geometría política en una misma voz, la de la colaboración constante, la del trabajo conjunto en pos de un México mejor. En los meses posteriores veríamos cómo las aguas aparentemente tomaban su curso al declararlo el IFE Presidente electo.
¡Vaya que las cosas se estaban haciendo de manera diferente! La integración del ahora denominado “Gabinete Montessori” fue sumamente polémica y controvertida. Por un lado había quienes opinaban la idea de formar un equipo utilizando personajes de la iniciativa privada que nada conocían de las redes o pasadizos del sistema; era una idea temeraria que a la larga podría perjudicar a la administración foxista. Por otro lado se encontraba el grupo de optimistas que pensaba dicho acto le daría un tono muy fresco al nuevo Gobierno al contar con personas limpias, es decir, no viciadas por el diario ejercicio del poder. El tiempo nos terminaría por enseñar cuáles fueron los costos de tan novedosa decisión, pues en la actualidad se percibe una absoluta falta de coordinación dentro del equipo del primer Mandatario: salvo sus escasas excepciones, prácticamente todos hablan en un tono distinto, sus acciones van por diferentes caminos; inclusive algunos de ellos ya muestran claros síntomas de futurismo pues sus movimientos van enfocados a conseguir el cartel necesario para figurar como claros aspirantes a la silla presidencial para el período 2006-2012.
Llega el primero de diciembre y con él la indulgencia histórica, la oportunidad de retomar el camino perdido, la brújula desorientada desde hace tanto tiempo. Por unos cuantos meses las cosas marcharon bien hasta que se nos empieza a revelar una verdad alarmante, la de un Vicente Fox lleno de contradicciones, lejano, posiblemente sorprendido al ver lo sucia que puede llegar a ser la política a veces. Pienso que quizá nuestras expectativas fueron demasiado lejos, que quisimos volar demasiado rápido y hoy sufrimos la lógica decepción. En México existen demasiadas inercias difíciles todas de romper y menos si se cuenta con un período tan corto para hacerlo. El Presidente sigue gozando de cierto nivel de respeto, se le percibe como un hombre honesto que lleva consigo las mejores intenciones, sin embargo su Gobierno, más que ser recordado como el de los los grandes avances, a la larga será visto como un momento de transición hacia un sistema democrático ejemplar que espero logremos dentro de poco.
No todo es culpa de Vicente Fox, aceptémoslo. Nos hemos dedicado a criticar ferozmente al Ejecutivo sin fijarnos en la existencia de otros grupos que imposibilitan o por lo menos hacen sumamente difícil el ejercicio de gobernar. El PRI, por ejemplo, lejos de convertirse en una verdadera oposición que aporte su enorme experiencia y aspectos positivos, sistemáticamente viene poniéndole piedras al Presidente desde distintos frentes: en ambas Cámaras –Alta y Baja- las Reformas Estructurales que el país necesita con urgencia están atoradas por intereses de grupo.
Continuará mañana...