El pasado fin de semana participamos en un panel ante editores de diarios de California en torno a la creciente migración de mexicanos a los Estados Unidos.
Al indagar el tema nos llevamos algunas sorpresas y detectamos los grandes mitos que se han creado en ambos lados de la frontera alrededor de este problema.
El primer mito que salta a la vista va en el sentido de que la migración de mexicanos a Estados Unidos es producto de la pobreza y de la falta de empleos en nuestro país.
De 1994 a la fecha la economía mexicana y concretamente el ingreso per cápita aumentaron sustancialmente. Hoy los mexicanos tienen un ingreso anual promedio de 8,900 dólares contra 4,190 dólares del año 1994.
Sin embargo, el paso de migrantes prácticamente se duplicó en esta última década a pesar de los operativos de seguridad en la frontera.
El segundo mito es considerar a la migración mexicana como el más grave conflicto del siglo XX y del XXI.
Efectivamente, en 1970 vivían en Estados Unidos alrededor de 800 mil mexicanos, hoy en día la cantidad asciende a diez millones de los cuales la mitad son indocumentados.
¿Por qué tantos migrantes nacidos en México han logrado establecerse en territorio norteamericano?, se preguntan asombrados muchos “gringos” que quisieran mandar de regreso a toda la paisanada.
Si consideramos que el programa Bracero benefició en 22 años a 4.5 millones de trabajadores y que durante la Ley Simpson-Rodino se legalizaron tres millones de personas, se concluye que buscar una salida legal a cinco millones de paisanos ni es imposible ni tampoco suena a una locura.
El tercer gran mito es creer que en base a medidas policíacas y de mayor seguridad en la frontera se pondrá un alto a la inmigración.
Desde que inició la Operación Guardián en 1994 a la fecha, la cantidad de indocumentados que cruza aumenta año con año. Los norteamericanos olvidan que la migración es un fenómeno social y que al igual que un río cuando se trata de contener su cauce lo único que se logra son más complicaciones.
El flujo de migrantes pasó de Baja California a Arizona, sin embargo los volúmenes crecieron drásticamente a pesar de las dificultades. En diez años han muerto más de 2,640 personas entre niños, mujeres y hombres, lo que significa diez veces más víctimas que las registradas durante la existencia del Muro de Berlín.
El cuarto gran mito es pensar que los migrantes mexicanos les roban el empleo a los norteamericanos.
Cada vez es más evidente ver que los migrantes, al viajar a Estados Unidos, llevan bajo el brazo una oferta o promesa de empleo que recibieron por conducto de algún familiar, amigo o a través de organizaciones informales.
Son cada vez menos los que cruzan a la brava. Además los empleos en el campo, hoteles y la construcción, entre otros sectores, ya no los ocupan anglosajones, quienes ahora buscan trabajos más sofisticados y mejor remunerados.
En síntesis: la migración de mexicanos a Estados Unidos se ha incrementado porque existe una mayor integración entre ambos países y porque las barreras culturales y sociales son cada vez menores.
La necesidad de mano de obra barata y eficiente en Norteamérica atrae a miles de trabajadores que buscan un mejor sueldo y mayores oportunidades de desarrollo, pero es falso que todos los migrantes se trasladen para escapar del hambre y miseria.
El número de mexicanos indocumentados que llega cada año a Estados Unidos representa apenas el 0.2 por ciento de la población total mexicana y menos del 0.1 por ciento de la norteamericana.
¿Cuál es entonces el temor de los sectores conservadores por encontrar una salida legal a este fenómeno que al final de cuentas ha beneficiado a ambos países?
Así como se negoció el TLC que ha dejado enormes beneficios, así ha llegado la hora de negociar un acuerdo migratorio que regule un fenómeno social y económico que estamos seguros brindará mayores dividendos que el acuerdo comercial.
Entre líneas.- Agradecemos los comentarios y críticas recibidas por nuestro artículo anterior. Vale señalar que estamos en contra de legalizar las uniones civiles de homosexuales porque consideramos que va en contra del matrimonio tradicional, pero no condenamos el derecho de las personas a convivir con quien mejor les parezca.
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