La mayoría de los lunares no deriva en melanomas malignos, pero si en su familia hay antecedentes genéticos de cáncer en la piel, hay que atenderse de inmediato.
Los lunares son clasificados como pequeñas protuberancias que se forman cuando se acumulan los melanocitos, que son las células que producen el pigmento de la piel.
Los expertos los clasifican en dos grupos: los congénitos, con los que se nace o aparecen antes del año de edad, y los adquiridos, que surgen después de esa etapa. Y si bien la mayoría de los lunares aparecen en las dos primeras décadas de la vida, es normal que surjan más posteriormente.
Los estudios más recientes sobre el tema clasifican a los lunares como benignos en su mayoría, de un solo color -casi siempre piel o marrón oscuro u amarillento-, redondos u ovalados, con bordes definidos, planos o elevados.
En casos muy excepcionales, sobre todo con los congénitos y de mayor tamaño, éstos pueden transformarse en atípicos; es decir, volverse asimétricos, irregulares, de varios tonos y hasta crecer, lo que aumenta el riesgo de que se conviertan en malignos.
El doctor Alejandro Azuela Pineda, cirujano plástico, asegura que la gran mayoría de la gente acude más con un médico por razones estéticas que por salud.
"Lo que nosotros hemos detectado con el paso del tiempo es la excesiva y descuidada exposición al sol, sin bloqueadores o cremas de protección frente a los rayos. Los lunares tienen rasgos de origen genético, y si bien a veces no hay manera de evitar que un lunar se vuelva canceroso, siempre existe la posibilidad de detectarlo para tratarlo a tiempo".
Dentro de los trabajos de clasificación se hace una dermatoscopia que permite tener un aproximado del tipo de lunar que se tiene, para que a partir de ello se determine el tratamiento que se realizara, "es un proceso muy sencillo, que se puede resolver con una cita de consultorio. Aunque hay lunares que tienen que ser tratados de otra forma, mediante un tratamiento quirúrgico, el cual deja una cicatriz muy leve".
Integrante de la Asociación de Cirujanos Plásticos, el doctor Azuela menciona que en la actualidad uno de los verdaderos problemas es que la ausencia de profesionalismo, con lo que se abusa y ahuyenta a la gente que en verdad sí tiene problemas en sus lunares y que no se trata a tiempo, sobre todo por la falta de información.
Tratamiento
Los lunares que son benignos no necesitan ser tratados, pero sí vigilados continuamente. Incluso la persona con la asesoría de un dermatólogo, puede decidir retirarlo cuando su apariencia sea desagradable...
Según el experto, en principio no es bueno tratar los lunares congénitos con láser, dado que tienen mayores posibilidades de "malignizarse". En cambio, los adquiridos sí, previo diagnóstico del médico.
"Cuando se trata de lunares atípicos, se opta por extirparlos quirúrgicamente con anestesia local y luego someterlos al análisis de un oncólogo. Si resulta que tienen células cancerosas, el médico hace una nueva intervención para retirar los restos del lunar que hayan quedado y el tejido que lo rodea", señala el médico.
Según Azuela Pineda, la mayoría de los lunares no deriva en melanomas malignos, pero si en su familia hay antecedentes genéticos de cáncer en la piel, hay que atenderse de inmediato.
"La buena noticia es que este tipo de cáncer es tratable, siempre y cuando se detecte precozmente", informa.
Para el galeno, el segundo factor de riesgo es el sol. "Hay lunares que aparecen debido al efecto acumulativo del sol. Use siempre factores solares para impedir o atenuar lesiones a la piel que puedan derivar en algo más". Cuide especialmente a los niños, ya que está comprobado que en los primeros 10 años de vida se produce el mayor daño a la piel.
Usted y su espejo son los encargados de observar con atención cada lunar de su cuerpo por lo menos una vez al mes. Si nota cualquier alteración, o tiene dudas, es hora de visitar a un buen dermatólogo.
