Las catástrofes naturales suelen presentarse de manera imprevista, tal y como acaba de suceder en las ciudades de Piedras Negras y Nueva Rosita, Coahuila, en donde los ríos Escondido y Álamos, se desbordaron provocando muerte y destrucción, pues en el caso de la primera población, la catástrofe ocasionó la muerte de veintiocho personas, pero hay desaparecidas más de cien y entre los de ésta y la segunda localidad, los damnificados suman ya más de siete mil.
Lo intempestivo de las lluvias, el súbito crecimiento del caudal de los ríos y su consecuente desbordamiento, impidieron que se pudieran tomar las providencias de esos casos, pero afortunadamente, las autoridades de los tres niveles de Gobierno están actuando con prontitud de manera tal que ya se puso en operación el Plan DN-III por parte del Ejército Mexicano y tanto los ayuntamientos involucrados como el Gobierno del Estado han hecho su parte para tratar de atender a los afectados.
No obstante ello y el hecho de que el Senado aprobó inmediatamente la liberación de recursos del Fondo para Desastres Naturales, lo que permitirá iniciar la reparación de las viviendas afectadas y atender a las víctimas, es necesaria la participación de la ciudadanía y los organismos sociales a fin de que brinden toda la ayuda que les sea posible enviando víveres, agua embotellada, cobijas, camas, colchones y demás artículos que se están requiriendo para atender a la población.
Aunque son días de asueto, los coahuilenses que hayan escuchado el llamado de las autoridades deben atenderlo sin dilación ni egoísmos, pues una de las virtudes que los caracteriza es precisamente la solidaridad hacia comunidades en desgracia y de ello los habitantes del estado han dado muestras sobradas en otras ocasiones, por lo que ésta no debe ser la excepción y sin escatimar esfuerzos hay que prestar el auxilio que demandan nuestros hermanos en desgracia.
