Los brasileños se olvidaron de sus problemas cuando el carnaval de Río explotó en una extravagancia de cuerpos, fantasía, tambores y bailes, mientras las escuelas de Samba desfilaron hasta el amanecer.
Por lo menos 70.000 personas colmaron el Sambódromo, una avenida bordeada de palcos donde desfilan los participantes del concurso carnavalesco, además de millones que lo vieron por televisión en todo el mundo.
Siete escuelas de samba marcharon durante una hora cada una, esperando consagrarse campeonas del certamen.