En todos los pueblos pequeños hay personajes interesantes, sencillos, simpáticos, con un sello especial, con características diferentes que los hacen populares.
Carambito era uno de ellos.
Naturalmente ése era su apodo, pero tenía su nombre.
Sin embargo hasta los mismos niños le llamaban Carambito.
Y es que una de sus características es que cuando le platicaban algo, parecía muy sorprendido y decía ¡Caramba!
Fíjate que está muy nublado y va a llover, y él contestaba ¡Caramba, creo que sí!
Se han robado a Panchita, ¿cómo la ves?
¡Caramba, le cambiaron la vida!
Adiós Carambita le saludaba la gente, y a él mismo parecía habérsele olvidado su nombre porque a veces cuando lo presentaban con alguien decía ?Carambita, para servir a usted?.
Pasaron los años y nunca se casó. Dicen que tuvo muchas novias, pero todas no se fijaron en lo trabajador que era, en lo formal que parecía, sino en su defectillo del que no se pudo nunca librar: Le gustaba la tomada.
Trabajaba mucho, pero cuando entraba a la cantina tenían que desalojarlo para cerrar.
Y salía de ahí, ya no caminando formalito sino que parecía que sus pies estaban llenos de espinas.
Caminaba todo espinado, decían los chiquillos.
Pero a nadie hacía daño. Los mismos chiquillos no se burlaban de él, como que lo respetaban y les gustaba escucharlo platicando sus hazañas de enamorado, y hasta sacaba fotografías de algunas de sus novias con todo y su dedicatoria.
Pasaron los años y emigramos del pueblo. Un día se presentó en nuestra oficina, muy cambiadito, muy limpio, y después de saludarnos nos dijo:
?Mira, vine a pasearme y pueque me tome una o dos, o tres cervecitas, y te quiero pedir un favor: Si me llega a detener la policía porque lastimé a alguien, déjame en la cárcel, pero si fue por borrachito, sácame luego. ¿Me lo prometes?
Y ándale que aceptamos.
No lo detuvieron porque seguramente se portó bien, pero le daba miedo venir a la gran ciudad donde nadie lo conocía, donde los niños no le hacían fiestas ni la gente lo saludaba con cariño.
Carambita, su frase de siempre.
Hay gente que usa palabras de apoyo para platicar o narrar. Un técnico de futbol argentino que vino por los años sesenta para todo decía: Casualmente.
Hay gente que dice mucho: Evidentemente, otra: consecuentemente, otras obviamente, alguna más repite a cada rato: éste, y éste, pero nadie tan simpático como Carambita.