Vamos acercándonos, y de manera precipitada al primer centenario de Torreón como ciudad.
Lo que primero fue un emporio agrícola fue transformándose paulatinamente gracias al auge que iban teniendo los cultivos del algodón, lo que alentó la llegada del ferrocarril, primero con la línea llamada del Central y posteriormente con la del Internacional, cruce que ocurrió frente a lo que se conocería como Estación del Torreón.
Fue antes una villa llena de encanto y magia, a pesar de estar en medio de un semidesierto.
¿Qué la hacía atractiva?
Su gente, la misma que iba transformando el árido paraje en un bello oasis, donde cada árbol era plantado por el hombre mismo a un lado de las matas de gobernadora, y donde sus construcciones iban levantándose combinando diferentes estilos de acuerdo a las posibilidades económicas de cada quien.
Y no lejos de las casas las tierras labrantías para las que se construyeron canales que fueron más conocidos como ?tajos?.
Uno de ellos, llamado de La Perla, parecía desde el aire una franja atravesando la ciudad, y cuando se desató una epidemia de viruela fue señalado como el causante de todos los males por su insalubridad. Entonces empezaron a embovedarse algunas de sus partes, mismas que hoy son restauradas para que las conozca la población.
Creció y mejoró en todos los sentidos.
En l888 fueron vendidas las primera manzanas por don Andrés Eppen.
Llegarían después emigrantes de muchas partes de México y del extranjero creando un estilo muy especial para conseguir el éxito. Aquí, desde entonces quedó establecido que lo que triunfaría lo haría pronto o desaparecería.
Calles anchas, rectas, bien trazadas fueron el distintivo de la nueva urbe.
Gente llegada de todas partes aportaba sus ideas y su creatividad.
Pronto, Torreón tuvo letras mayúsculas en el mapa de México.
Quienes llegamos cuando el siglo anterior estaba partido a la mitad, nos tocó ver el gran despegue a la modernidad. La ciudad, pequeña todavía estaba dividida en cuatro partes: La Calzada Colón delimitaba el oriente y el poniente, mientras que la avenida Allende el norte y el sur.
Casi oculto el Tajo de la Perla, otros dos desaparecerían para darle vida a los bulevares Independencia y Constitución, y al ser retiradas las vías del ferrocarril entre suspiros de nostalgia, aparecería el bulevar Revolución.
Al oriente, por el rumbo del Estadio de la Revolución casi no existían construcciones.
Torreón, antes de su primer centenario como ciudad sigue creciendo y embelleciéndose.
Sería bueno que sus habitantes aportaran ideas para celebrar dignamente el gran acontecimiento.
Que sean sus mismos habitantes los que proporcionen sugerencias y acciones apropiadas.
Ayer un amigo nos decía que sería muy interesante que en diferentes lugares públicos se mostraran fotografías del Torreón que se nos fue, cómo era, cómo fue creciendo, así como sus personajes que le dieron fama y honores.