La familia.
Insistimos en el tema, porque ahí están los mejores fundamentos de la convivencia en sociedad.
Ahí se marca el inicio de una buena educación.
Está en el seno del hogar, en el núcleo familiar el arranque bien cimentado de la existencia.
De una familia bien avenida saldrán mejores ciudadanos.
En ese pequeño universo está buena parte de lo mejor de la existencia cuando se saben y pueden aprovechar todos sus ángulos.
En un hogar, donde todos se tratan con respeto y cariño, la vida transcurre plácidamente.
Afuera podrán existir todos los avatares, problemas y dificultades. Serán más llevaderos y tolerables si en casa las cosas marchan bien.
Felices y dichosos los que saben separar los dos mundos, muchas veces tan diferentes, el del hogar y el del exterior.
Dichosos y felices los que regresan a casa, separando lo que quedó atrás, para atender, cuidar, mimar y querer a sus seres amados.
Es por ello fundamental cuidar con esmero el trato familiar.
Y es que afuera, los que se dicen amigos no siempre tienen la capacidad, menos la obligación de entendernos.
Y no es que los de adentro estén obligados a hacerlo. No. Lo que pasa ahí es diferente, el trato es otro porque lo une lo afianza, lo mantiene y lo hace perdurable simplemente el amor.
Y en el seno familiar están los niños.
Para ellos, lo mejor, en el trato y en el afecto.
Ellos, creciendo en el respeto y en el vivir tranquilo y apacible, tendrán mayores recursos para ser triunfadores, sanos y positivos.
En el seno familiar está el mejor tesoro de la existencia: el amor.
