Esa misma que cae en el agua.
Forma, apenas toca el líquido una serie de círculos.
Pero el más perfecto es el que está junto a donde cayó la piedra.
Van extendiéndose esas formas circulares hasta casi extinguirse conforme aumenta la distancia.
De niño nos gustaba arrojar piedras al agua, escuchar el clásico sonido que producía el impacto de un sólido entrando a un líquido, pero más nos gustaban los círculos.
Y el otro día, en el matrimonio de un familiar querido, cuando nos pidieron decir unas palabras, de pronto nos vino a la mente la piedra cayendo en el agua.
Y hablamos de la familia, sobre todo de ésa que nacía ese día para la sociedad.
Expresamos que cada hogar es como el primer círculo donde cae una piedra, donde todo debe ser más perfecto, mucho mejor que los demás.
Porque es en la familia donde aparece el núcleo más perfecto de la sociedad, la que merece más atención y cuidado.
Ahí, tarde o temprano llegarán los hijos y aumentarán las esperanzas y los sueños, aunque también los desvelos cuando los niños necesitan atención y alimento.
Los círculos van perdiendo perfección conforme se van extendiendo, pero no por ello dejan de buscar mantener la simetría y el orden.
Así es la vida entre los humanos.
En el hogar debemos tener la mejor esencia, los mejores elementos que aportar a la sociedad.
Ahí se requiere de mucha atención y cuidado.
Cada hogar reflejará hacia el exterior sus bondades o sus fallas.
Una familia, bien avenida, mejor educada, más respetuosa del prójimo tendrá más facilidades para tener una existencia tranquila y hasta feliz.
Ahí donde cae la piedra del destino, ahí donde está el núcleo de la sociedad, debe aparecer la excelencia de la existencia.
