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De La Vida Misma / Llueve

Miguel A. Ruelas

Algo insólito para este tiempo y para este lugar.

Es mayo y no recordamos aquí algo parecido por estas fechas.

Las lluvias tardaban en llegar y lo hacían esquivas, pasajeras e indiferentes.

Pero este año ha sido diferente, las hemos tenido aquí con más frecuencia y a veces tan inesperadas y abundantes que causan trastornos.

Pero esta noche hacen su aparición acompañadas de relámpagos y truenos.

Y más nos impresiona su espectáculo porque cerca, nuestro viejo estéreo parece invitar a acompañarnos al mismo Plácido Domingo que canta partes de La Travista, y cuando él levanta la voz parece impulsar a que las mismas gotas caigan más fuertes y sonoras, como siguiendo el ritmo de este gran tenor.

Y el momento es tan especial que nos ponemos a recordar pasajes de este artista que nació en Madrid, un 21 de enero de 1941 pero que se formó en México, a donde llegó cuando tenía ocho años de edad, porque a la Ciudad de los Palacios trasladaron su domicilio su padre, don Plácido Domingo y su madre doña Pepita Embil, cantantes de zarzuela ya afamados.

Plácido creció entre las notas de viejas canciones y la influencia del medio lo llevó a aprender a tocar piano. Ni sus padres sabían entonces que en su garganta estaba germinando el futuro de uno de los grandes tenores de este tiempo.

Pero no todo era interés por el canto y la música, a él también le apasionaba el futbol y los toros. A veces soñaba con ser el centro delantero del mejor equipo, y a veces el digno sucesor de Manolete, pero el ambiente familiar lo fue introduciendo cada vez más en el canto.

Muy joven ingresó al Conservatorio Nacional de Música donde combinaba sus clases de piano con las de canto. Ahí el maestro Carlo Morelli, que fuera cantante del Metropólitan Ópera lo transformó de barítono a tenor.

A la edad de 19 años, Plácido tuvo un pequeño papel en la obra Borsa de Rigoletto, pero su debut profesional como tenor lo realizó en el año de 1961 en la cercana ciudad de Monterrey, N.L. como Alfredo en la obra de La Travista.

Ahí empezaría una carrera exitosa que lo ha llevado por los más grandes escenarios del mundo y en todas partes muestra su amor por México, país al que ha ayudado en los grandes desastres encabezando campañas para reunir fondos y ayudar a los desprotegidos y a los que sufren.

Sigue lloviendo y en el aparato cercano a nosotros, Plácido canta ahora partes de La Boheme de Giacomo Puccini.

Su voz clara y potente destaca por entre el ruido de la lluvia, y parece ya adueñado del lugar y del momento cuando empieza a revivir las notas de Caballería Rusticana de Mascagni.

Y pensamos, Plácido pudo ser futbolista o torero, pero hizo muy bien en dedicarse al canto. Se lo agradecemos los que gustamos del arte, los que encontramos algo diferente e incomparable escuchando a un gran artista que creció en un país que lo reconoce, lo admira y lo quiere.

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