Para prever las contingencias, para tener un respaldo económico en lo porvenir, existen los seguros.
Y han tenido una gran aceptación en todo el mundo.
Muchas veces se demuestra que no es dinero tirado a un lado, sino una previsión acertada.
Y hay seguros para todo.
Incluso las artistas aseguran sus extremidades inferiores que consideran parte de su capital.
Hay seguros de voz, de partes del cuerpo, del cuerpo mismo, de casa, de negocios, de bienes muebles e inmuebles, en fin de muchísimas cosas más.
Pero, ¿quién nos asegura que tengamos vida y salud permanentes?
Para esto solamente existen, dicen los creyentes, los designios del Señor.
Así pues, somos nosotros mismos los que tenemos que velar por nosotros mismos, sobre todo quienes no poseemos grandes capitales.
No a cierta edad, como se dice por ahí, deben extremarse los cuidados. Éstos deben estar siempre presentes.
Es bueno que periódicamente hagamos una revisión de nuestro organismo.
Y es bueno que desde que somos jóvenes vayamos acostumbrándonos a eliminar los excesos.
Todo es bueno, en la vida, pero de poco en poco.
Es saludable también llevar una vida metódica, acompañada de dormir temprano y levantarse temprano.
Si nosotros no cuidamos nuestro organismo, mañana no tendremos, ni capacidad ni forma de enfrentar las adversidades.
Los mejores aseguradores de nuestro propio vivir debemos ser nosotros mismos.