Se fue recientemente.
Una vida solitaria desde hacía mucho tiempo.
Ahí, en el pueblo, veía pasar los días y los años sin olvidar lo pasado.
Y cuando nos veía, su rostro se alegraba, quizá porque sabíamos escucharla.
Y en cada plática había muchas cosas interesantes e inolvidables.
Como para escribir un libro de alguien que en la soledad encuentra su destino.
Supimos no sólo escucharla, sino entenderla.
Así lo demostraba ella en cada encuentro.
Marina. Nos gustaba su nombre y su forma de luchar con todos, porque ella misma decía, la veían sola.
Marina nos cargó en sus brazos de muchacha cuando fuimos niños.
Mamá decía, Marina te quiere desde niño.
Recargados en la pared, en las afueras de su casa, recordaba sus años jóvenes, sus pretendientes, sobre todo uno del que se enamoró.
?Si me hubiera casado, hubiera tenido un hijo como tú, que viniera a verme siempre como lo hiciste con tu madre, pero de todos modos, no se te olvide que te cargué de niño?.
Por muchas prisas que aparecieran, siempre había un espacio y un tiempo especial para Marina, ella así lo entendía.
Dicen que en sus últimos días pedía nuestra presencia, lo supimos después de que ella se fue.
No sólo una oración de los que la conocimos y estimamos merece, sino un recuerdo eterno por el trato y el cariño que supo regalarnos, algo tan difícil hoy día.
A primera vista, parecía un ser hosco, y es que la misma soledad la había hecho así.
Un día mamá, al platicarle de Marina, nos dijo: ?Mira hijo, el nopal, no tenía espinas, le salieron después?.
Fue amiga de mamá y un ser querido por nosotros, y parece que se lo demostramos siempre.
Hoy, donde esté, sabe que estas líneas son en agradecimiento a su cariño y a su trato hacia nosotros y hacia nuestra familia.
El pueblo estará un tanto vacío sin ella.
A quienes la quisimos, supo darnos lo que tenía, su gran cariño y su inolvidable trato.
Gracias Marina por habernos mecido en sus brazos y llenarnos de bendiciones que tanto nos sirvieron después.