Tanto tiempo sin que platiquemos.
Y es que todo fue tan inesperado, tan repentino.
Aquella última vez que nos vimos tenía usted muchas ilusiones.
Una, volver a la tierra, esperarnos, preparar todo para que disfrutáramos de la estancia. Y luego iba a ser como una fiesta para nuestro pueblo porque nuevamente le llevábamos el gran regalo que tanto esperaban todos: la visita de ese equipo tan metido en tantas gentes.
Pero apenas despuntaba un domingo como el de hoy cuando sonó el teléfono informándonos de su partida.
Y ahí volvimos a quedarnos con el aparato de comunicación dejado a un lado, tal y como había pasado años atrás, en otra madrugada fatídica, triste, imborrable cuando mamá se fue.
Usted y nosotros decíamos que necesitábamos tiempo para ordenar muchas cosas, para completar lo que mamá había dejado pendiente con su también inesperada partida.
Y este día, precisamente hoy me vienen a la mente muchas cosas que tuvimos con usted, desde niños, desde que anhelábamos aligerarle la carga.
Cuando compramos nuestra primera bicicleta con lo que aquí en esta casa ganábamos, ese primer domingo que teníamos el frágil vehículo en nuestro poder nos fuimos a visitarlo donde trabajaba. ¡Qué impresionante ver lo que hacía para ganarse unos pesos! Subía hasta lo alto de aquel poste de una perforadora de noria. Nos parecía que se caía con el fuerte viento y usted bajó lleno de gozo al vernos, y nos hizo aquellas tortillas de harina para que las disfrutara mamá y las hermanas.
Regreso con ojos húmedos, anhelando ser mayores para ayudarlo a no batallar tanto.
Un día el destino nos dio la mano y le cumplimos sus sueños.
Y nos sentábamos a hablar de cosas y tiempos mejores, pero de pronto nos abandonó mamá, tan joven, tan llena de sueños. Usted y nosotros íbamos por las carreteras evocándola.
Hoy, si estuviera con nosotros en este Día del Padre la pasaríamos contentos, usted con su buen humor y nosotros felices de contar con su presencia.
Papá, mañana a las siete de la tarde con 57 minutos empieza el verano, será cálido, más de los que sufrimos a su lado y lo estaremos recordando con su pañuelo que le bordó mamá secándose el sudor y diciéndonos: ?Lo bueno es que como no hemos hecho nada malo nos iremos al cielo que tiene refrigeración?.