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De La Vida Misma / ¡Qué hermoso! ¡Qué ambiente!

Miguel A. Ruelas

Estábamos de visita en esa casa.

Experiencia única e inolvidable.

Y es que ahí, padre e hijos se trataban con gran cariño y respeto.

En esa casa se atendía al hijo de un amigo nuestro.

Estábamos en otra ciudad. Nos levantamos temprano y teníamos planes ya definidos, pero una llamada telefónica cambió todo.

El hijo de nuestro amigo le pidió a su padre fuera a conocer dónde estaba hospedado, y quiénes eran sus anfitriones. Como sabía de nuestra amistad con su progenitor, el joven estudiante pidió que también los acompañáramos.

Cuando uno va en esas condiciones se siente incómodo, pero desde nuestra llegada, con la forma en que fuimos recibidos todo cambió.

¡Qué día pasamos!

Parecía que todos nos conocíamos de mucho tiempo atrás. Casa bonita, bien arreglada, todo en su lugar, pero el trato de sus habitantes era único.

Y luego el hijo de nuestro amigo nos dijo cuando estuvimos solos: ?Aquí he aprovechado el tiempo al máximo por el ambiente que existe, por la paz y la tranquilidad con la que todos aportan. ¿Y saben qué es lo máximo? El cariño y el respeto que todos se tienen?.

Escuchamos música relajante, comimos cosas diferentes.

Las horas se fueron volando.

En la sobremesa nos sentamos a tomar té y a platicar. El jefe de la casa siempre le daba la palabra a su esposa para que nos platicara la forma en que fue organizando su hogar, desde la entrada, las habitaciones y su hermoso jardín.

No se trataba de una familia rica, sino muy bien organizada. Todo lucía en su sitio pero quienes estaban en su mejor lugar eran sus habitantes.

De esta experiencia a veces platicamos cuando sabemos de hogares mal avenidos, donde cada quien hace lo que le viene en gana, donde no hay respeto ni atención para nadie, menos amor.

Cuando llegó la hora de despedirnos nuestros anfitriones nos preguntaron si habíamos estado a gusto y si teníamos algún comentario que hacerles.

No lo va a creer, pero los que fuimos ese día visitantes distinguidos de esa casa le dijimos al señor y a la señora de la casa una sola palabra: Adóptenos.

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