Don Emilio Herrera
Tantas cosas que podemos escribir de él.
Mas nos inclinamos por empezar diciendo que es:
Un enamorado profundo de su esposa doña Elvira, de sus hijos y de su ciudad Torreón.
Con ello abarcamos la razón, la esencia y el gran motivo de su vivir.
Porque se ha entregado a esos amores para abarcar la existencia plena de alguien que también puede decir: Confieso que he vivido.
En aquellas pláticas vespertinas que a diario teníamos con don Antonio de Juambelz, alguna vez nos dijo: ?En la vida no nos damos tiempo para tratar a gente interesante como don Emilio Herrera quien escribe aquí desde hace muchos años y es hoy el columnista decano de cuantos tenemos?.
Curiosamente años después, recordando a don Antonio, don Emilio Herrera nos decía lo mismo de quien fue nuestro capitán.
A don Emilio lo conocimos de lejos desde siempre. Algunas veces llevábamos al taller de Formación el clissé del logotipo de su columna Noche y Día o la de Mirajes y pedíamos prestadas las pruebas que corregía el profesor César Delgado para leer antes que nadie sus Arenillas, sus notas de viajes y sus columnas.
Un día don Antonio nos mandó a cubrir una nota de actividades benéficas que don Emilio encabezaba junto a don Donaldo Ramos Clamont y nos enteramos que estaba en muchas tareas que buscaban beneficios para nuestra ciudad.
Así que cierta ocasión decidimos irlo a conocer personalmente. En ese gigantesco mundo de la empresa departamental que dirigía, subiendo escalones y pasando por ente numerosos empleados, pudimos saludar a un hombre toda capacidad y dinamismo.
Con su hijo Emilio tuvimos cercana amistad cuando era estudiante y conocimos el lado familiar de tan distinguido colaborador siglero.
Y como nos sumamos al nutrido grupo de sus lectores un día nos deleitamos con unos versos suyos dedicados a Mi Ciudad donde entre otras cosas decía:
?Esta ciudad en que agonizo a diario
es una maravilla:
la hacen y deshacen diariamente
no sé cuántos presidentes municipales
¿treinta y tantos? La han construido
ni cuántos la han deshecho.
Pero ella está aquí, ardiente y húmeda,
en espera de la fogosidad de sus amantes.
Hombre profundamente conocedor de las etapas que tiene el vivir, un día dejó afanes y quehaceres laborales para dedicarse a lo suyo, su esposa, sus hijos y su ciudad, abarcando en esto último el trato a los amigos (tratamos de seguirle los pasos) pero sigue caminando, pisando la tierra cálida y también amorosa que es toda suya, porque don Emilio no está volando por estos valles sino dejando su huella firme y bien conformada por donde va pasando, por lo que sigue creando, por lo que nunca dejará de amar.
Un saludo y un afectuoso abrazo, don Emilio.