El triunfo del priista Fidel Herrera le debe saber a derrota a la dirigencia nacional. Simplemente Veracuz no es más, un bastion sólido del tricolor: Gana el candidato a Gobernador, pero se pierde el Congreso y la mayoría de las presidencias municipales.
Los datos del Instituto Estatal Veracruzano no dejan lugar a dudas: con un poco más del 93 por ciento de las casillas computadas, el abanderado priista cuenta con 905 mil votos, contra 884 mil de su más cercano competidor, el panista Buganza y en tercer lugar se ubica el siempre aspirante y expriista Dante Delgado, con 742 mil votos.
Lo de la aplanadora o eso del triunfo arrollador, aparentemente quedó en el pasado. El PRI logra 34.52% de los sufragios; el PAN 33.70% y la coalición, 28.29%. Fidel, entonces, conquista la gubernatura por un escaso margen.
Pero aquí terminan las buenas noticias para los estrategas del Revolucionario Instucional que todo lo miden de cara al 2006. De las 30 diputaciones por mayoría relativa, el PRI sólo obtiene 13, mientras que panistas y coalicionistas se llevan las otras 17. A nivel de las presidencies municipales, el tricolor conquista en las urnas sólo 71 de las 212, esto es, 128 alcaldías para lo que en Veracruz es oposición.
Fidel Herrera sale y da su major cara; anticipa como una experiencia democrática, rica y desafiante, el gobernar con un Congreso plural y con la mayoría de los Ayutamientos en manos de personas de signo partidista diferente. Sin embargo, a nivel nacional, es Roberto Madrazo quién tiene que asimilar y valorar el descalabro.
El candidato al que los brujos de la región le anticiparon el triunfo debe estar feliz, sobre todo por el despliegue médiatico que significó su campaña a nivel nacional; la oposición debe celebrar su notorio avance en un estado considerado como “lugar seguro del PRI” y los mexicanos todos, que el fantasma de la violencia simplemente se haya esfumado.