Dice el Diccionario Océano Uno, de la palabra perversidad: “Suma maldad o corrupción de las costumbres o de la calidad o estado debido”. De perversión: “Acción de pervertir o pervertirse. Estado de error o corrupción de costumbres. Modificación patológica de las tendencias afectivas y éticas normales, que se traduce en comportamientos extraños, inmorales y antisociales”. Luego, de “Pervertir: Perturbar el orden o estado de las cosas. Viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres, la fe, el gusto”.
A fin de que podamos hacer una reflexión y análisis le comparto algunas otras definiciones: “Político: Adjetivo relativo a la doctrina política. Relativo a la actividad política. Versados en las cosas del Gobierno y negocios del Estado. Cortés, educado. Cortés con frialdad y reserva, cuando se esperaba un trato más cordial. Hábil para tratar con las gentes o para resolver determinados asuntos que implican trato con la gente. Arte, doctrina u opinión del Gobierno de los Estados. Actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Cortesía. Arte con que se conduce un asunto”. “Politiquear: Intervenir o brujulear en política. Tratar de política con superficialidad o ligereza. Hacer política de intrigas y bajeza. Politiqueo”.
También le transcribo lo que dice sobre “Democracia: Sistema de Gobierno en que la soberanía pertenece al pueblo, que ejerce el poder bien directamente, bien por medio de representantes. Nación gobernada de esa manera”. Y de “Demagogia: Actitud política oportunista del que ofrece soluciones utópicas, irreales y engañosas al pueblo. Demagógico”.
He querido recordar con Usted el significado de estas palabras por la grave inquietud y preocupación que han sembrado los politiqueros (no los políticos) en relación a su desatendida responsabilidad social, en el mejor de los casos y el abuso en los peores, que desgraciadamente son la mayoría, con las muy serias denuncias de actos de corrupción, traición y abuso a la confianza, que nos han llevado a perder, casi definitivamente, la fe en el servicio público mexicano y que lesiona tan gravemente al avance en la madurez política y democracia de México.
Hace días, “El Siglo de Torreón” realizó una encuesta que nos impactó: en resumen, cuando a los participantes se les cuestionó sobre la sorpresa que les causan las recientes denuncias de corrupción, el 62% contestó que no y el 38% que sí. ¿Ya imagina Usted cuánto puede influir esa poca fe en la motivación para acudir a votar? Otra pregunta fue en relación a la corrupción y qué pensaban de su presencia en México: el 60% dijo que es mucha y el 40% poca. Si las matemáticas no mienten, significa que nadie cree en los servidores públicos en referencia a valores como el de la honestidad y para colmo, la confirmación se dio cuando les preguntaron sobre la confianza que tienen en los políticos; los encuestados contestaron: el 52% poca y el 48% nada. De nuevo un 100% de reprobación.
En las ocasiones que observamos a los pseudopolíticos comportarse con politiquerías acusando y contraacusando a quienes igualmente cometen perversidades, difamando y de paso amedrentando a los ciudadanos con las supuestas consecuencias de las acciones de las contrapartes; cuando vemos y escuchamos a través de la televisión al Presidente de México “manoteando” y manifestando su frustración con frases con pretensiones de contundencia, finalmente ingenuas y descorazonadoras; o sabemos por los medios escritos de reuniones que pretendieron ser secretas entre líderes políticos de los partidos que se desangran entre sí, junto a otros muchos chismes y comentarios, todos refiriéndose a acciones de impunidad, abuso, atropello, vileza, indignidad, deshonestidad, etc.; o cuando sabemos de grandes defraudadores como el jugador de Las Vegas, o del “Niño Verde”, ambicioso depredador ecológico y cínico “reelecto”; o de secretarios de Estado, nepotistas que favorecen a sobrinas con sueldos que quisiéramos alcanzar la inmensa mayoría de los mexicanos; o ex directores a quienes se les tratan de demostrar crímenes políticos; o ex líderes petroleros que luego de ser senadores buscan las salidas legales para evadir la justicia; o... pudiéramos continuar llenando largas cuartillas de casos denigrantes que nos dejan la sensación de desamparo (uno de los dolores morales más intensos en los humanos) e impotencia, únicamente nos queda la desconfianza, golpeando nuestra buena fe y minando nuestros deseos (parecieran sueños) de vivir en un sistema democrático, sin demagogia.
Entre las declaraciones, discusiones, acusaciones y agravios, los ciudadanos comunes y corrientes, quienes no contamos con los niveles de información y dominio de las ciencias políticas y económicas, quedamos sumidos en el desconcierto, nulificados para definir nuestra postura y hasta votar en uno u otro sentido; escrito de otra forma: coartan nuestra libertad y derecho de informarnos, tener opinión propia y decidir, al perdernos con una marea de desinformación, obviamente mal intencionada, orientada a demostrar las vilezas humanas y no las propuestas positivas, que al parecer nadie las tiene.
La lucha que dimos todos los mexicanos para hacer valer el argumento fundamental de la democracia: ejercer nuestro voto, es poco respetada y está amenazada de ser anulada por esos politiqueros que buscan obtener beneficios para sus muy particulares intereses, aunque de por medio vaya el daño a la nación y al bien común, todos en una desbocada, alocada e irresponsable carrera de vulgar politiquería hacia el año 2006. Eso no es aceptable.
Debemos encontrar una fórmula que nos haga un país más justo y que verdaderamente atienda la agenda nacional, que indudablemente está encabezada por el tema de la pobreza, sin demagogia ni manipuleos.
Recuerdo una historia muy dolorosa que describe nuestra ansiedad y desesperanza, muy a nuestro estilo, el mexicano:
“Cuentan que un padre de familia lagunero llevó de vacaciones a sus hijos al D.F. y al pasar por un gran edificio escucharon alarmados fuertes palabras que se pronunciaban en voz alta: ¡Corrupto!... ¡Ladrón!... ¡Defraudador!... ¡Cínico¡... los menores volvieron la mirada hacia su padre, asustados por lo que oían; el lagunero, con paciencia y amor les explicó: -¡No se preocupen mis hijos, es que están pasando lista en la Cámara de Diputados! Ese es un cuento de un pésimo humor negro, pero...
Habrá que reforzar nuestros propósitos de democracia insistiendo en acudir a las urnas y cuidar nuestro voto; dejar a los que saben que hagan su trabajo y asesoren a los políticos (bien seleccionados por nosotros mismos vía elecciones) para que éstos actúen en consecuencia, algo que aunque se escribe sencillo es difícil de lograr; dejar de anteponer los “ismos” al mexicanismo; pero sobre todo, encontrar la manera de romper el círculo de la perversidad y poder deshacernos de los perversos para que podamos evolucionar en el proceso de democratización en base al cambio de actitud, todo rebosado con una fuerte dosis de honestidad, que tanto trabajo nos está costando lograr, pero que sin duda vale la pena ¿no le parece así? ydarwich@ual.mx