Llegó don Astasio a su casa y sorprendió a su mujer en apretado abrazo de concupiscencia con el vecino de al lado. Colgó don Astasio su sombrero y procedió a extraer de la bolsa de su chaleco la libreta donde apuntaba dicterios formidables para recitárselos a su mujer en esos casos. De pie frente a los fornicarios, que ni por un instante suspendieron sus arremuescos, leyó con voz de tenedor de libros: "Zorra; mujer de cuatro letras; perdida; furcia; horizontal...". "No seas desagradecido, Astasio -le dice con tono de reproche la señora sin perder el exacto compás-. Recuerda que él te prestó la cortadora de césped"... Bustolina visitó a su amiga Nalguiria en su departamento. Pocos días antes Nalguiria había cambiado su cama por una king size. Observa aquello Bustolina y dice a su amiga: "Veo que estás ampliando el negocio"... Le informa el siquiatra a la señora: "Su esposo tiene doble personalidad". "No es cierto -responde ella-. Si así fuera lo haría dos veces, y a duras penas completa una"... Relataba el gambusino: "No había mujeres en aquel remoto mineral de la sierra. El pueblo más cercano estaba a 500 kilómetros. ¿Qué podía hacer en aquel destierro solitario? Tuve que echarme al vino". "¿Y no te volviste alcohólico?" -se alarma uno de los presentes. "No -responde el hombre-. ¿Verdad, Albino?"... Uno era de Monterrey; el otro de Coahuila. Uno era hombre culto, refinado, gran orador, y meneaba bien la pluma; el otro, en cambio, era áspero, poco dado al trato cortesano -gustaba de ser llamado "el comanche"-, y terco más que una mula aragonesa. El regiomontano se llamaba fray Servando Teresa de Mier. El coahuilense era Miguel Ramos Arizpe. Nacía apenas –a penas- la Nación mexicana y ellos propusieron puntos de vista diferentes para normar su formación. El padre Mier abogó por el centralismo; el Chantre Ramos propuso el sistema federal. En ese debate Ramos Arizpe salió al fin triunfador. En teoría. Y triunfar en la teoría es no triunfar; lo que importa es ganar en los hechos Ahí obtuvo la victoria el Padre Mier. Porque México, que es -en teoría- una República Federal, sigue viviendo, a pesar de todos los cambios, bajo un centralismo muy similar al que privaba en la época llamada de la Colonia. El federalismo es uno más de los mitos que hacen de la vida pública mexicana una escenografía, el tinglado de una farsa. Los estados "libres y soberanos" no son ni una cosa ni la otra; han vivido perpetuamente, y viven todavía, sometidos al gran poder central, sobre todo en el aspecto de su economía. Deben aún mendigar lo necesario para su subsistencia y desarrollo. No puede existir ya esa viciosa situación. Es necesario que los Estados tengan conciencia de sí mismos como entidades soberanas y exijan de la Federación lo que requieren para subvenir a sus necesidades, pues ahora viven de lo que graciosamente el poder centralista les quiere regalar. El ejercicio de la democracia y una legislación fincada en lo que conviene al bien de la Nación serán base para que cobre vigencia plena -por primera vez- ese federalismo que sigue siendo aún pura teoría... Le dice el guía neoyorquino a Babalucas: "Y éste es el rascacielos más alto de la ciudad". Pregunta el badulaque: "¿A qué horas empieza a rascar?"... El cliente de la casa de mala nota se dirige a la nueva pupila del establecimiento, que se veía muy joven y con cara de inocencia. "Y ¿sabes de estas cosas, muchacha?". Responde ella: "Al revés y al derecho". Dice entonces el visitante: "Muy bien. Empezaremos al derecho"... (No le entendí)... FIN.