Decía una señora hablando de su esposo: "Es la luz de mi vida. Lo malo es que en la noche se apaga"... Aquel individuo se dedicaba a una fea actividad: era lo que en España se llama "chulo", en Francia "gigolo", en Estados Unidos "pimp" y en México "padrote", "tarzán", "pachuco" o "cinturita". Vivía de mujeres que comerciaban con su cuerpo. Algún arte especial, alguna secreta cualidad u oculta maña tendría aquel rufián, pues lo favorecían las pobres daifas, a quienes hacía objeto de maltratos a más de arrebatarles el jornal que cada día ganaban con el sudor de su... bueno, con su trabajo. Cierto día aquel erótico parásito sintió una extraña comezón en la entrepierna. Pensó que había adquirido una infección venérea -en su caso un gaje del oficio-, y fue a la consulta de un médico especialista en enfermedades de aquellas que antes se llamaban "secretas" y que suelen llegar a ser tan públicas. Tenía aquel galeno un anuncio en la ventana de su consultorio: "Enfermedades venéreas. De 100 casos, 80 curas". Eso hacía exclamar a los turistas: "Santo Dios! ¡Qué mal anda el clero por aquí!". Examinó el facultativo al visitante, ordenó algunos análisis y al final tuvo un diagnóstico fatal: el enfermo llevaba en sí el bacilo de Hansen, llamado así por Gerhard Armauer Hansen, médico noruego (1841-1912). Dicho de otra manera: tenía lepra. Y no cualquier leprita, no. La del rufián era una lepra maculosa, atrófica, nodular, trofoneurótica, crustácea, lazarina y con impétigo. Cual si todo eso fuera poco la enfermedad había afectado ya en modo irremediable las partes mal llamadas pudendas, que en el caso de aquel paciente eran aún más pudendas, pues esta palabra denota a lo que debe ser motivo de vergüenza. "¿A qué se dedica usted?" -le preguntó el doctor al visitante. Sin tapujos dijo el rufián su oficio. "Pues, amigo -le informó el especialista-: se le va a caer el negocio"... John Kenneth Turner acuñó la expresión "México bárbaro". Otros después de él hablaron de un "México bronco". Ahora se podría decir que hay un "México necio", por más que aquí la palabra "necio" sería eufemismo piadosísimo, pues otros adjetivos de mayor sonoridad y peso cuadrarían mejor. Este México necio es el de aquellos que a la razón de la ley oponen las sinrazones de la fuerza, de la presión política, y que siguen pensando -como si nada hubiese cambiado en el país- que la irracionalidad de una muchedumbre es argumento válido para dirimir una cuestión jurídica. En esa lista deben figurar aquellos que, como el gobernador de Baja California Sur, esgrimen la posibilidad de acciones violentas callejeras como criterio para impugnar el eventual desafuero de López Obrador. Al México necio pertenecen también aquellos que en nombre de "conquistas" sindicales defienden los indebidos privilegios de una casta de trabajadores cuyas ventajas deben ser sostenidas y pagadas por otros trabajadores. México no será un país verdaderamente libre y democrático mientras no reconozcamos todos que la ley debe estar por encima de coyunturas políticas, y que contra el imperio del Derecho nada han de poder esas manifestaciones de fuerza que no derivan de la justicia y la razón, sino de la ambición política o del empeño por mantener prerrogativas que, de sobrevivir, seguirían dañado a México en forma irremisible... La muchacha y su novio se hallaban en la sala en penumbra. La mamá de la chica, preocupada porque ya era muy tarde y su hija no subía, le pregunta desde la escalera: "Susiflor: tu novio ¿todavía está ahí?". "No, mami -contesta ella-. Ahora estamos viendo la tele"... FIN.