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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

Sherlock Holmes y su invariable amigo el doctor Watson, observaron a una dama que en la tienda escogía diversos artículos para la cocina. Va hacia ella el genial detective y le dice de buenas a primeras: "Usted es soltera ¿no es cierto?". "En efecto, caballero -contesta la mujer enarcando las cejas-, no soy casada. ¿Puedo saber la razón de su pregunta?". "Curiosidad masculina, señorita -responde Sherlock tocándose la visera de la gorra-. Simple curiosidad masculina". Se aleja la muchacha lanzando una mirada de enojo al detective. El doctor Watson le dice a su amigo con admiración: "¡Es usted un genio, maestro! ¿Cómo dedujo que esa mujer es soltera? Llevaba guantes, de modo que no pudo usted ver si portaba argolla matrimonial o no. ¿Supo acaso que es soltera por el tipo de mercancías que pidió? ¿Infirió el dato estudiando sus movimientos? ¿Había en sus vestidos alguna seña que yo no percibí y que usted, con esa mirada de águila, sí vio? Dígame por favor, maestro: ¿cómo dedujo usted que esa mujer es soltera?". "Casada no podía ser -contesta el genial detective-. Está retefea la desgraciada"... ¡Qué momento sublime habría sido ése para que Sherlock Holmes dijera su famosa frase: "Elemental, mi querido Watson". Y sin embargo no la dijo. ¿Por qué? ¡Porque Sherlock Holmes nunca pronunció esa frase! En efecto, en ninguna de las páginas escritas por su creador, Sir Arthur Conan Doyle, aparece la expresión atribuida al detective. He aquí una más entre las muchas frases célebres que nadie ha pronunciado. Don Quijote jamás dijo: "Ladran, Sancho, luego caminamos". Ni Humphrey Bogart ni Ingrid Bergman pronuncian en la película "Casablanca" las palabras: "Play it again, Sam". Tampoco Johnny Weissmuller, el Tarzan de mi feliz infancia, dijo en la pantalla aquello de: "Yo Tarzan, tú Jane", ni Charles Boyer le hizo a Hedy Lamarr la invitación "Ven conmigo a la Casbah". Los ejemplos podrían multiplicarse, sobre todo tomando en cuenta la dificultad de sumarse, restarse o dividirse... Me pregunto quién dijo por primera vez: "La ley es la ley". Hasta película hay con ese nombre. ("La Loi c’est la Loi", 1958, con Toto y Fernandel, dirección de Christian-Jaque). La frase parece una obviedad, algo para ser dicho por el Filósofo de Güemez, figura del folclor tamaulipeco que encarna ahora felizmente en la persona de mi admirado amigo el doctor en Derecho, Ramón Durón Ruiz, procurador de Justicia en Tamaulipas y buscador incansable de tesoros de la cultura popular... "La ley es la ley"... Verdad de Perogrullo parece ésa, y sin embargo no está por demás repetirla una y otra vez a fin de que se grabe en nuestras mentes como si fuera inscrita en bronce eterno o mármol duradero. Fue precisamente eso -"La ley es la ley"- lo que quiso decir el Presidente Fox a los diputados de Acción Nacional cuando con ellos se reunió en Cuernavaca. Dijo el guanajuatense: "... Para la vida política nacional es de gran trascendencia que nos mantengamos firmes en la defensa del estado de Derecho... Tenemos la oportunidad de sentar precedente para que ningún gobernante vuelva a intentar ponerse por encima de la Ley...". A mí las palabras del Presidente me parecieron muy puestas en razón. Aluden a López Obrador, es cierto, pero es que precisamente a él debían aludir, pues el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México es el ejemplo mayor de quienes son desdeñosos de la ley y piensan que están por sobre ella. Algunos dicen que no se debe aplicar la ley a este señor porque tiene posibilidades de ser el próximo Presidente de la República. Sólo que la ley no hace distinción de personas. Se aplica -se debe aplicar- a todos por igual, independientemente de las consecuencias de su aplicación. Lo dicho: la ley es la ley... FIN.

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