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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

Lord Feebledick asistió en Londres a la quincuagésima reunión anual de su regimiento, el Octavo de Lanceros de Calcuta. Con tal motivo su esposa, lady Loosebloomers, fue a pasar unos días en su quinta campestre en Devonshire. Lo primero que hizo luego de retirar la funda de los muebles fue reanudar su interrumpida relación con el guardabosque de la finca, un toroso mancebo pelirrojo de nombre Wellh Ung. Estaban hechos nudo -de ahí viene la palabra reanudar- cuando Wellh puso sus manos en el profuso tafanario de milady y profirió con vehemencia estas palabras: "¿De quén chon?". Se detuvo al instante la Loosebloomers y empujando por el pecho al mozalbete lo reprendió con acrimonia. Le dijo llena de dignidad: "Lujuria sí, jovencito, vulgaridades no"... Se encontraron dos amigos que no se veían desde hacía un par de años. Le pregunta uno al otro: "¿A qué te dedicas ahora?". Responde el tipo: "Soy ayudante personal de Nalgarina Grandchichier, esa vedette de exuberantes formas. Por 100 pesos diarios la ayudo a vestirse y desvestirse". "Cien pesos? -se asombra el primero-. Es muy poco ¿no?". "Sí -reconoce el otro-. Pero no puedo darle más"... Un hombre y una mujer de color iban por la orilla de un río en Alabama. El negro vio que la corriente había arrastrado hasta la orilla una botella tapada con un corcho. La destapó. De la botella salió una nube de humo que se condensó en la forma de un genio. Le dice el genio al negro: "Pídeme un deseo; te lo concederé". Contesta el hombre: "Quiero ser blanco". Le indica el genio: "Entra en el agua. Tu deseo se hará realidad". Tras decir eso el genio desaparece. El negro se dispone a entrar en el agua. "¡No lo hagas! -exclama con angustia la mujer-. ¡El río está lleno de lagartos!" El hombre no hace caso y entra en el agua. No había dado cuatro pasos, en efecto, cuando sale un lagarto, lo toma con sus enormes fauces por una pierna y va hacia lo hondo. El negro grita con desesperación: "¡Auxilio, auxilio!". Se lanza al agua su mujer, lo toma por los brazos, y luchando desesperadamente logra arrancarlo de las fauces del saurio y llevarlo sano y salvo hasta la orilla. Cuando llegó ahí el negro se había convertido en hombre blanco. "¡Qué maravilla! -dice la negrita-. ¡Déjame entrar en el agua ahora yo!". Entra, en efecto, y vuelve a suceder lo mismo: el lagarto la toma por la pierna y se dirige a lo hondo. Grita desesperadamente la infeliz: "¡Auxilio, auxilio!". Y dice el hombre: "¡Jódete, negra!"... Nuestro país está enfermo de política. Digo mal: de politiquería. Nuestros políticos no trabajan ni dejan trabajar. Entregados a sus manipuleos, a sus pleitos de callejón, a sus intrigas, no hacen nada en bien de México y de los mexicanos. Estamos viviendo quizá la embriaguez de la democracia recién estrenada. Rotas las ataduras que antes nos sujetaban a una sola voluntad, ahora todos quieren hacer su voluntad, y en ese caos se pierde no sólo la tranquilidad de la nación, sino también la oportunidad de mejorar la vida nacional. Pasará esta anarquía, desde luego, y entrará la República a su cauce, pero entretanto nuestros políticos están haciendo con sus pugnas un grave daño a este país... La muchacha terminó de arreglarse y se dispuso a salir para llegar a tiempo a la cita que tenía con su novio. Le dice su mamá: "Date tu lugar, hija. Nunca llegues a la cita antes que Afrodisio. Eso está muy mal". Responde la muchacha: "-No, mami. A él le encanta que le agarre la delantera". "¡Eso está peor!" -se alarma la señora. (No le entendí)... FIN.

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