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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

He aquí un chiste cruel. Crudelísimo en verdad. El médico le dice a su paciente: "Le tengo dos noticias, una mala y la otra peor. ¿Cuál de las dos quiere oír primero?". Contesta el hombre, tembloroso: "La mala". "Tiene usted un cáncer terminal" -le informa el galeno. "¡Dios mío! -exclama lleno de angustia el desdichado-. Y la noticia peor ¿cuál es?". Responde el médico: "Sufre usted la enfermedad de Alzheimer". "Ah, menos mal -suspira entonces con alivio el tipo-. Pensé que me iba a decir que tengo cáncer terminal"... He aquí un chiste irreverente. Irreverentísimo en verdad. El párroco del pueblo tenía un canario. Lo amaba con dilección, pues el pajarillo le alegraba los días con su canto. Cierto día el canario desapareció de su jaula. El señor cura, pensando que alguien se lo había robado, decidió investigar, y dijo al terminar la misa de aquel día: "Póngase en pie el que tenga un pajarito". Todos los hombres se levantaron. "Quiero decir -se corrigió el padre-, que se ponga en pie la persona que haya visto un pajarito". Todas las mujeres se levantaron. "No me han entendido -volvió a aclarar lleno de confusión el buen sacerdote-. Lo que quiero es que se ponga en pie la persona que haya visto mi pajarito". Al oír aquello se levantó, tímida y ruborosa, la señorita Peripalda, catequista de la parroquia... He aquí un chiste blanco. Blanquísimo en verdad... El muchacho se iba a casar, y alquiló para su boda un esmoquin con todo y sus zapatos de charol. Llegó el día del casamiento. La pareja iba a salir a su viaje de luna de miel inmediatamente después de la fiesta, de modo que la mamá del novio le pidió que al terminar el banquete nupcial fuera a su casa y se quitara el esmoquin, para devolverlo al día siguiente. Cuando ya salía el muchacho del salón con su novia, le gritó la señora con voz fuerte que todos los invitados alcanzaron a oír: "¡No se te olvide quitarte también los zapatos!"... Un nuevo mal amenaza ahora a México: el conformismo. Me preocupó la forma en que el país festejó la medalla de plata obtenida por Ana Guevara. Se paralizó la República para seguir en la tele la carrera; al día siguiente los periódicos publicaron a toda plana la fotografía de la atleta, y celebró su triunfo como si hubiese sido la máxima victoria; todos los comentaristas dijeron que esta medalla de plata era en verdad de oro. Recordé el cuentecillo de aquel tahúr de Las Vegas que murió súbitamente. En el panteón el orador fúnebre dijo con voz emocionada: "¡Nuestro amigo no está muerto! ¡Está dormido!". Se oyó una voz entre los asistentes: "Dos a uno a que está muerto". Pues bien: yo también voy dos a uno a que la medalla de Ana es de plata, no de oro. Tan magros resultados hemos obtenido en los Juegos Olímpicos de Atenas que un segundo lugar nos parece primerísimo. Muy digna de encomio es la corredora sonorense, y muy meritorio su desempeño en esta competencia, pero celebrar con exceso su presea y sentir colmadas nuestras aspiraciones con un segundo sitio es en alguna forma aceptar que no podemos ya llegar a más, y resignarnos a eso. Debemos tener cuidado con ese conformismo, aunque esté hecho de plata, y seguir buscando el oro. Ya otras veces lo hemos conseguido. Trabajemos para ganarlo nuevamente... En el bar un solitario bebedor le cuenta al cantinero: "Acabo de saber que mis tres hijos son gays. Me enteré también de que todos mis sobrinos son gays, y también todos mis primos". "¡Caray! -exclama con asombro el cantinero-. ¿Qué a ningún miembro de su familia le gustan las mujeres?". "Sí -responde con acento sombrío el bebedor-. A mi esposa"... FIN.

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