El formidable tirador con pistola daba una exhibición en el club de tiro. Pidió un voluntario para su demostración, y un joven se ofreció a participar. El tirador lo puso a 50 pasos de distancia, tomó puntería y le disparó. La gorra que llevaba el joven voló por el aire con la visera atravesada por la bala. Volvió a apuntar el tirador, disparó, y el cuello de la camisa del muchacho quedó atravesado por la bala, sin que el joven sufriera daño alguno. Una ovación saludó la extraordinaria puntería del certero tirador. Va éste y le dice al muchacho: "Toma estos 200 pesos para que te compres una gorra nueva, y estos 300 para otra camisa". Pregunta el muchacho: "Y ¿no me va a dar algo para comprarme otro pantalón?". Responde el tirador, con extrañeza: "A tu pantalón no le hice nada". "No -contesta el muchacho-. Pero con el susto lo eché a perder"... Aquella mujer entró en el bar con paso firme y decidido. Eso no tiene nada de raro: las mujeres entran ahora en todas partes con paso firme y decidido. Y qué bueno. Lo curioso en este caso es que la recién llegada iba completamente desnuda, en cueros, descalza de los pies a la cabeza, nuda, corita, en peletier. Llegó hasta la barra y con voz tan decidida y firme como su paso le dijo al cantinero: "Dame un tequila". No respondió nada el hombre, ni se movió para cumplir la perentoria demanda de la cliente. Se le quedó viendo nomás, de arriba abajo, con atención profunda. "¿Qué te pasa? -le dice algo molesta la muchacha-. ¿Qué nunca has visto una mujer desnuda?". "Muchas veces -replica el tabernero-. Pero me estoy preguntando de dónde va a sacar usted el dinero para pagar el tequila"... Les dice una señora a sus amigas: "Mi marido es un ángel". "¿Un ángel? -se sorprende una de ellas-. Siempre nos dices que es un borracho, un jugador, un mujeriego. ¿Cómo nos vienes ahora con que es un ángel?". "Ahora es un ángel -confirma la señora-. La semana pasada prendió un cerillo para ver si el tanque de gas estaba lleno"... Empédocles se había corrido una tremenda farra. Cuando al día siguiente de la noche anterior bajó a desayunar mostraba los inequívocos efectos de una espantosa cruda, de una resaca horrible. (En inglés eso se llama hang-over, porque le dan a uno ganas de colgarse). Le pregunta su mujer con hosco acento: "¿Cómo quieres el jugo? ¿Con hielo, al tiempo o intravenoso?"... Decía un sujeto: "Mi suegra y yo tenemos algo en común: a los dos nos habría gustado que su hija se hubiera casado con otro hombre"... Fiona O’Grady, irlandesa y por lo tanto católica y pasional, asesinó a su marido en forma expedita y eficiente: le partió la cabeza con el hacha. "¿Por qué hiciste eso, Fiona?" -le pregunta el juez. "Su señoría -responde ella-. El canalla me hacía la vida imposible, y no me iba a divorciar de él como una hereje"... La duquesa Loretela llegó a su casa de un viaje. Llegó sin anunciarse, y antes de lo esperado. Al entrar en su alcoba se quedó petrificada: su marido el duque, estaba en la gran cama acompañado por la hermosa cocinera, la bien formada ama de llaves, la joven y exuberante lavandera, la bella planchadora, la linda mucama y la curvilínea camarera. Se veía que todas estaban pasando un rato de lo mejor con el señor. El duque se da cuenta de la presencia de su esposa y le dice alegremente: "¿Ves, Loretela? ¡Y tú que decías que en tu ausencia no sabría yo manejar a la servidumbre!"... La maestra les pidió a los niños decir palabras que empezaran con la letra ce. "Casa" -dijo Rosilita. "Color" -propuso Juanito. "Columpio" -terció Monita. Le toca el turno a Pepito. Y dice: "Maestra, póngame cero, pero no voy a decir aquí lo que hacen las parejas en la cama"... FIN.
